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sábado, 26 de diciembre de 2015

SIN RENUNCIA LOS SUEÑOS MUEREN EN LAS ALMOHADAS



La primavera agoniza,
y morirá como invierno y otoño, con plazos y excusas pendientes.
Y otro verano se gastará también.
La espera tiene como las estaciones, los días contados.
El hondo tajo desangra el reloj bajo la muralla de la duda
para ofrecer olvido, para transar contingencias,
matando las fotografías, todas y ninguna,
como certeza de los adioses, como rescoldo de la dicha.
Si no hay renuncia, si no hay llamada ni amnistía,
si no se convida un café, si no hay contrición,
no hay indulto.
Si no hay renuncia los sueños mueren en las almohadas
y quedan besos presos, versos sin verbo,
vientos confusos, huellas anónimas,
sortijas secas.



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

sábado, 19 de diciembre de 2015

QUIMERA DEL CIELO PROPIO



Y habrá de parecerles
la primera
canción con que soñaron.
Juan Gonzalo Rose - Primera canción
 
 
 
Que las gaviotas se vayan. Que busquen sus aires
menos fríos, más lejanos. No grises, sí amables.
 
Que no dejen de volar otros cielos. Nuevos cielos.
Que crucen los mares. Que roben auroras y arrecifes.
 
Que no mueran de poniente.
Que no irrumpan en el agua como el delirio en el amor.
 
Que olviden victorias y vuelos.
Que recorran sin miedo cielos lusos y nórdicos, balcánicos y andinos.
 
Que aprendan que la tierra se va y regresa.
Que no existe el cielo propio ni el azul excluyente.



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 1 de diciembre de 2015

AIJA, CIUDAD VIVA





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Aija es una ciudad viva.
No es un territorio olvidado ni un ignoto paraje.
Aija es una ciudad viva
en su gente laboriosa, en sus costumbres únicas,
en sus calles cómplices,
en sus crepúsculos indescriptibles. En su historia.
En la nostalgia por las riadas de enero a marzo.
En sus senderos íntimos. En sus huellas y secretos.

Aija es una ciudad viva en sus esquinas legendarias,
de conciliábulos y carcajadas.
En los collados de Shikin,
en la ventisca de Huancall y su intrínseca convocatoria.
En el hondo Monserrate de verdes encajes,
en la tenue ladera de Yeso y el Gabino Uribe,
raíces de orgullo y atávica sapiencia.

Aija es una ciudad viva en el benévolo Kopin,
teatro del fútbol, señuelo de caminantes,
en su pretérito que decora la memoria
con pencas esbeltas y sinuosas trenzas,
rumbo a Mellizo o al recóndito Boleo.

Aija es una ciudad viva.
Égida arquitectura, vibrato silencio.
Chuchún Punta, cumbre de la inmensidad,
alfombra de espléndidas rashtas,
mishihuetas y siemprevivas, adustas cashas,
deleite del espíritu, chacras generosas,
pastos abundantes, cumbres pletóricas,
cenit azul, sinfonía de paz.
Aija es una ciudad viva en sus cuatro vientos.

Abrazo del pasado perseverante y altivo,
soberano, hermoso, humilde y colosal
vertientes collar de esmeraldas, espléndida vastedad.
Llactún, Huinac, Pachaca, Huancapetí, Imán Macho, Imán Hembra,
Mallqui, Killayoq, Cruz Jirkán, Piruru Punta, Marcacoto,
Yana Weko, Mulluhuanca. Shuntur, Tiran Punta,
Pumacayán, Quishuar Punta, Incatanan, Huacapampa,
Llanqui, Anquilta, Paqos.

Aija es una ciudad viva, no un ignoto paraje.
Sus campos siguen floreciendo, renuevan sus primaveras,
eucaliptos que ondean y murmuran sin pausa.
Ulltus, arash, wewash, yukis y kullkus retozan como antaño.
En Mampaq, Uchku, Sipza, Pescado,
sus bunles convocan osados bañistas, deudores de su linaje.

Si el Río Santiago ya no es ruidoso, prístino, encantador, majestuoso, como antaño,
todavía Aija es el mejor refugio para el espíritu.
Se deja caminar, descubrir, soñar y bailar.
Ofrece el premio de su íntimo silencio.

Aija es una ciudad viva. Adorna el corazón con su sol risueño.
Regala frondosas colinas, mayestáticos arcoiris.
Sus aromas alimentan el espíritu, cuchicanka, huatia, cushara, shinti, papayanu.
Fumaradas sápidas invitan desde los techos.
Aija es una ciudad viva. Aija es un pueblo mágico.


DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 3 de noviembre de 2015

NO OBSTANTE LA ESPERANZA



En mi mano el cuchillo y la herida.
La música y el silencio, el misterio y el trayecto.
Pero, antes de perdonar, me pregunto:
¿Cuántas veces te esperé y cuántas te despedí?
¿Cuántas cosas logramos y cuántas perdimos?
¿Cuántas claudicamos?
¿Cuánto sumaron traiciones y vituperios?
No obstante, la esperanza.

En tu cama, con las llaves de tu risa.
Con la urgencia de tus dedos y el tamaño de tus pies.
Con tu desdén y tu arrogancia entre sábanas de paz,
en mi mano el cuchillo tiembla con ritmo pernicioso
y rompe en pedazos el jardín.



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2014 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 27 de octubre de 2015

TERRITORIO DE LA RAZÓN



Para Amparo.
Escrito una noche de junio mejor que todas las noches y todos los junios.

 
 
 
Te siento cerca. Tu espalda, tu respaldo.
Tu respiración. Tu ser y existir.
Puedo tocar la raíz de los sueños.
El origen del fervor. La razón y los conceptos.
 
Eres el libro, el aire, el árbol, el zodíaco.
Eres la palabra. Partitura y acorde,
fusión del color, luz de la luz.
Puente sobre la cuestiones. La meta.
 
Eres la danza de las letras, sal y azúcar de las mías.
Territorio de la razón, alud de la metáfora,
la silla, la cama, la risa, la calma. El alma.
 
Yo, trato de ser el beso imperecedero que te sosiega,
el guardián nocturno que te sobrevuela,
 
 
la ribera de tu río azul festivo y terco en denuedos,
el caballo que galopa tus apacibles vientos.
 
Vayamos a florecer. A conocer el deshielo,
la fundación del deleite, el aplomo y el sosiego.
La edad sin premura.
 


DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

domingo, 18 de octubre de 2015

SEÑUELOS



¡Yo quiero que me digan
si el amor, como los pájaros,
se va a morir al cielo!

Francisco Bendezú - Twilight
 
 
 
Recuerdo haber escrito nuestros nombres en el vetusto ascensor.
Arriba y dentro de un símbolo infinito.
Y más arriba que todos los demás indicios.
Y te lo iba a mostrar si acaso volvías.
Inspirado por el embeleso hice otras fechorías.
Por ejemplo, dibujar nuestras rencillas y treguas,
como un escolar enamorado. Y te lo iba a mostrar si acaso volvías.
Tal vez para apaciguar mis miedos tallé un árbol a la vera del camino, y escribí junto a la mía tu sinuosa inicial,
arriba y dentro de un símbolo infinito.
Y cruzando la plaza otra versión similar.
Apelmacé nuestras vidas en un trozo de promesa,
y cuatro cigarrillos después todavía creía.
Y frente al zoológico mientras tomaba respiro,
en un viejo poste tracé un absurdo logotipo.
Y un cigarrillo después todavía creía.
No reniego de mis exabruptos ni de mi arte casual,
hoy es mi tributo al salobre café del amor perdido.
Logos de musgo, residuos de triunfo.
Siniestras emboscadas de humo.





De: versos conversos Copyright © 2015 de  Rogger Alzamora Quijano

jueves, 8 de octubre de 2015

SVETLANA ALEXIÉVICH, NOBEL DE LITERATURA 2015



Escribe: Rogger Alzamora Quijano


La periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich (Ucrania, 1948) ha sido elegida por la Academia Sueca ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015. Hay que reconocer en la obra de Alexiévich la intensa exploración de la cruda realidad, la depresión y el dolor. En este caso como en muchos otros que vienen de su pluma, Chernobyl, su tragedia, su realidad. Relatos, crónicas, entrevistas, imprescindibles para comprender la verdad acerca del sufrimiento humano y el abandono de la sociedad y los estados.
Pasando los años, las consecuencias reparadoras, retributivas y de infraestructura después de la catástrofe de Chernobyl desbordan ya cualquier posible estrategia de intervención humanitaria o de regeneración económica en gran parte de las aldeas castigadas por la radiación. Mientras, el olvido lapida las medidas paliativas y la desidia gubernamental frente a los afectados y sus familias es cada vez más creciente. Por otro lado, el veto a la publicación, filmación o grabación de los testimonios de las víctimas, a pesar del reconocido incremento del número de enfermos, de la significativa carencia de medios sanitarios y de contingentes de abastecimiento, por ejemplo, acrecienta el obsesivo blindaje que los gobiernos ruso y ucraniano propugnan.

He aquí unos fragmentos de dos de sus trabajos al respecto:



VOCES DE CHERNOBYL, de Svetlana Alexiévich, EDITORIAL SIGLO XXI págs.;ISBN: 9788432312588

“La zona … Es un mundo aparte. Otro mundo en medio del resto de la Tierra. (…) Hemos perdido este futuro. En esos cien años ha pasado el GULAG de Stalin, Auschwitz … Chernobyl… El 11 de septiembre de Nueva York … Es inconcebible cómo se ha dispuesto esta sucesión de hechos, cómo ha cabido en la vida de una generación, en sus proporciones. (…) En Chernobyl se recuerda ante todo la vida “después de todo”: los objetos sin el hombre, los paisajes sin el hombre. Un camino hacia la nada, unos cables hacia ninguna parte.” (Voces de Chernobyl, p. 49)

“Cuando comprendí esto experimenté una fuerte conmoción. Yo misma descubrí algo. Comprendí que Chernobyl se hallaba más allá de Kolimá, de Auschwitz. Y del holocausto. ¿Me expreso con claridad? El hombre armado de un hacha y un arco, o con los lanzagranadas y las cámaras de gas, no había podido matar a todo el mundo. Pero el hombre con el átomo … En esta ocasión toda la Tierra está en peligro. Yo no soy un filósofo y no me voy a poner a filosofar. Mejor le cuento lo que recuerdo.” (Ibídem, p. 78)

“Creíamos en nuestra suerte; en el fondo de nuestra alma todos somos fatalistas, y no boticarios. No racionalistas. La mentalidad eslava. ¡Yo confiaba en mi buena estrella! ¡Ja, ja, ja! Y hoy soy un inválido de segundo grado. Enfermé enseguida. Los malditos “rayos”. Ya se sabe. Hasta entonces no tenía ni siquiera una ficha ñen la clínica. ¡Que los parta un rayo! Y no era yo solo. La mentalidad. Yo, un soldado, he cerrado una casa ajena, he allanado una casa ajena. Es un sentimiento que … Es como si espiaras a alguien. O la tierra en la que no se puede sembrar. Una vaca que da con el morro en la verja, pero la valla está cerrada; la casa, bajo candado. La leche gotea el suelo. ¡Es un sentimiento que …!” (Ibídem, p. 212)

“El mundo se ha partido en dos: estamos nosotros, la gente de Chernobyl, y están ustedes, el resto de los hombres. ¿Lo ha notado? Ahora entre nosotros no se pone el acento “yo soy bielorruso” o “soy ucraniano”, “soy ruso” … Todos se llaman a sí mismos habitantes de Chernobyl. “Somos de Chernobyl”. “Yo soy un hombre de Chernobyl”. Como si se tratara de un pueblo distinto. De una nación nueva.” (Ibídem, p. 111).

“Los primeros días, la cuestión principal era: “ ¿Quién tiene la culpa?” Necesitábamos un culpable. (…) Luego, cuando ya nos enteramos de más cosas, empezamos a pensar: “¿Qué hacer?”, “¿Cómo salvarnos?”. Y ahora, cuando ya nos hemos resignado a la idea de que la situación se prolongará no un año, ni dos, sino durante muchas generaciones, hemos emprendido mentalmente un regreso al pasado, retrocediendo una hoja tras otra. (…) No era un incendio como los demás, sino como una luz fulgurante. Era hermoso. Si olvidamos el resto, era muy hermoso. No había visto nada parecido en el cine, ni comparable.” (Ibídem, p. 173).

“Su amigo … Su amigo me contó que todo allí era terriblemente interesante, divertido. Leían versos, cantaban y tocaban la guitarra. Los mejores ingenieros y científicos fueron allí. La élite de Moscú y Leningrado. Se dedicaban a filosofar. La Pugachova fue a actuar ante ellos. En el campo. (…) Los llamaba “héroes”. Todos los llamaban “héroes” (Llora)(…) Su amigo murió el primero. Bailaba en la boda de su hija, hacía reír a todo el mundo con sus chistes. Cogió una copa para hacer un brindis y se derrumbó. Y … Nuestros hombres … Nuestros hombres mueren como en la guerra, pero en tiempos de paz.” (Ibídem, p. 200).

“Llegó una nube muy negra. Un aguacero. Los charcos se volvieron amarillos. Verdes. Como si les hubieran echado pintura. Decían que era por el polen de las flores. No corríamos por los charcos, sólo mirábamos. La abuela nos encerraba en el desván. Se ponía de rodillas y rezaba. Y nos decía: “¡Rezad! Esto es el fin del mundo. Es el castigo de Dios por nuestros pecados”.
Mi hermano tenía ocho años, yo seis. (…) Mi madre se viste a menudo de negro. Con un pañuelo negro. En nuestra calle cada día entierran a alguien. Lloran. Oigo la música y corro a casa para rezar, recito el Padre Nuestro. Rezo por mi madre y por mi padre”.
(Ibídem, p. 259).



PLEGARIA DE CHERNOBYL, CRÓNICA DEL FUTURO Por: Svetlana Alexiévich, EDITORIAL CASIOPEA, 255 págs.; ISBN: 9788495446183

ENTREVISTA DE LA AUTORA CONSIGO MISMA SOBRE LA HISTORIA OMITIDA
--Han pasado diez años... Chernóbyl ya se ha convertido en metáfora, en símbolo. En historia incluso. Se han escrito decenas de libros, se han filmado miles de metros de cintas de video. Nos parece que de Chernóbyl lo sabemos todo: los hechos, las cifras. ¿Que se podría añadir a esto? Por lo además, es tan natural que la gente quiera olvidar Chernóbyl, convenciéndose de que todo ha quedado atrás...
¿Sobre qué trata este libro? ¿Por qué lo he escrito?
--Este libro no trata sobre Chernóbyl, sino sobre el mundo de Chernóbyl. Justamente sobre lo que sabemos tan poco. Casi nada. Es una historia omitida: así la llamaría yo. A mí me interesaba no tanto el propio suceso --qué pasó aquella noche en la central y quién tiene la culpa, qué decisiones se tomaron, cuantas toneladas de arena y de cemento hicieron falta para construir el sarcófago sobre aquel agujero diabólico--, sino las sensaciones, los sentimientos de las personas que estuvieron en contacto con lo desconocido. Con el misterio. Chernóbyl es un enigma que aún no hemos desentrañado. Tal vez sea un tarea para el siglo XXI. Un reto para el futuro. ¿Qué es lo que el hombre ha conocido, qué ha adivinado, descubierto de si mismo? ¿En su relación con el mundo? La reconstrucción de los sentimientos y no de los hechos.
Si antes, cuando escribía mis libros, me detenía en los sufrimientos de otras personas, ahora soy tan testigo como todos los demás. Mi vida es parte del suceso, vivo aquí. En la tierra de Chernóbyl. En la pequeña Belarús, país sobre el que antes el mundo casi no había oído hablar. En el país del que ahora dicen que ya no es una tierra sino el laboratorio de Chernóbyl. Los bielorrusos son el pueblo de Chernóbyl. Chernóbyl se ha convertido en nuestra casa, en nuestro destino nacional. Se ha convertido incluso en nuestra visión del mundo. Yo no podía no escribir este libro...
--¿Qué es, en definitiva, Chernóbyl? ¿Cierta señal? ¿O, de todos modos, es una catástrofe tecnológica gigantesca, no comparable con ningún otro suceso anterior?
--Es más que una catástrofe... Pues lo que impide entender Chernóbyl es justamente la pretensión de colocar Chernóbyl entre las catástrofes más conocidas. Se diría que constantemente nos movemos en la dirección equivocada. Aquí, por lo visto, no basta con la experiencia del pasado. Después de Chernóbyl vivimos en otro mundo, el mundo anterior no existe. Pero el hombre no quiere pensar en ello, porque nunca se ha parado a reflexionar sobre esto. Ha sido cogido por sorpresa.
Más de una vez he oído a mis contertulios la misma confesión: “No encuentro las palabras para transmitir lo que he visto, lo que he experimentado”, “no he leído sobre algo parecido en libro alguno, ni lo he visto en el cine”, “nadie antes me ha contado nada semejante”. Estas confesiones se repetían, y no he eliminado a propósito estas repeticiones. La verdad es que encontrarán muchas repeticiones. Las he dejado, no las he tachado, no sólo para dar mayor veracidad, con la intención de mantener una “verdad carente de artificiosidad”; sino porque me parecía que reflejaban además lo insólito de lo sucedido. Todo se señala, se pronuncia en voz alta por primera vez. Ha sucedido algo para lo que aún no tenemos un sistema de representaciones, ni casos análogos, ni experiencia, para lo que no está adaptada nuestra vista, nuestro oído; ni siquiera nuestro diccionario nos sirve. Disponemos de todo nuestro instrumental interior, que está preparado para ver, oír y tocar. Pero nada de esto es posible. El hombre, para comprender algo de todo esto, debe salir fuera de sus propios límites.
Ha comenzado una nueva historia de los sentidos...
--¿Pero, un hombre y un suceso no siempre son equivalentes? Es más frecuente que no lo sean...
--He buscado a personas conmocionadas. Seres que se hayan sentido a solas, frente a frente, con esto. Que se hayan parado a reflexionar. Que expresaran un texto nuevo... Un texto que hasta ahora nadie hubiera oído...
Tres años me he pasado viajando, preguntando: a trabajadores de la central, científicos, ex funcionarios del partido, médicos, soldados, personas evacuadas y las que se han quedado... Personas de diferentes profesiones, experiencias, generaciones y temperamentos. Creyentes y ateos. Campesinos e intelectuales. Chernóbyl es el contenido central de su vida. Todo les ha sido envenenado por dentro y a su alrededor, y no sólo la tierra y el agua. Todo su tiempo.
Un suceso contado por una persona es su vida, pero contado por muchos, es ya historia. Esto es lo más difícil: compaginar dos verdades: la personal y la colectiva. Más aún cuando el hombre actual se haya en medio de una fractura de épocas...
Se han sumado dos catástrofes: la social --ante nuestros propios ojos el enorme continente socialista se sumerge bajo las aguas--, y otra cósmica: Chernóbyl. Dos explosiones globales. Pero la primera es más próxima, más fácil de comprender. La gente está preocupada por el día a día, por sobrevivir: ¿con qué dinero comprar, adónde ir? ¿En qué creer? Bajo qué bandera marchar de nuevo? Esto es lo que experimentan todos y cada uno. En cambio, Chernóbyl, todos querrían olvidarlo. Al principio confiaban en vencerlo, pero, al comprender lo estéril de sus esfuerzos, han callado. La realidad escapa a la comprensión. Es difícil defendernos de lo que no conocemos. De aquello que la humanidad no sabe. Chernóbyl nos ha trasportado de un tiempo a otro.
Ante nosotros asoma una realidad nueva para todos...
Pero hable de lo que hable el hombre, siempre sobre la marcha se desnuda también a si mismo. De nuevo se ha planteado el problema del sentido de su vida. ¿Qué somos?
Nuestra historia es una historia de sufrimiento. El sufrimiento es nuestro refugio. Nuestro culto. Estamos hipnotizados por él. Pero a mí me gustaría preguntar otra cosa: sobre el sentido de la vida humana, de nuestra existencia en la tierra.
He viajado, hablado, tomado nota. Esta gente ha sido la primera... que ha visto aquello que nosotros sólo sospechamos. Aquello que para todos aún es un enigma. Pero ellos mismos lo contarán...
En más de una ocasión me ha parecido que estaba anotando el futuro...
CAPÍTULO PRIMERO
LA TIERRA DE LOS MUERTOS
Monólogo sobre para qué la gente recuerda
“¿Y se ha propuesto escribir sobre esto? ¡Sobre esto! Yo no querría que esto se supiera de mí... Que he vivido allí...
Por un lado, tengo el deseo de abrirme, de soltarlo todo, pero por otro, noto como me desnudo, y esto es algo que no quisiera que...
¿Recuerda usted en Tolstói?.. Después de la guerra Pier Bezújov está tan conmocionado que le parece que él y el mundo han cambiado para siempre. Pero pasa cierto tiempo y Bezújov se dice a sí mismo: “Todo continuará igual, seguiré como antes riñendo al cochero, como siempre me pondré a refunfuñar”. Entonces, ¿para qué recuerda la gente? ¿Para restablecer la verdad? ¿La justicia? ¿Para liberarse y olvidar? ¿Porque comprenden que han participado en un acontecimiento grandioso? ¿O porque buscan alguna protección en el pasado? Y todo eso, a sabiendas de que los recuerdos son algo frágil, efímero; no se trata de conocimientos precisos sino conjeturas sobre uno mismo. No son aún conocimientos, son sólo sentimientos. Lo que siento...
Me he torturado, he rebuscado en mi memoria y al fin recordé...
Lo más horroroso que me ha sucedido me pasó en la infancia. Era la guerra...
Recuerdo como siendo unos chavales jugábamos “a papás y mamás”, desnudábamos a los críos y los colocábamos el uno sobre el otro... Eran los primeros niños nacidos después de la guerra. Toda la aldea sabía qué palabras decían ya, cómo empezaban a andar, porque durante la guerra se olvidaron de los niños. Esperábamos la aparición de la vida... “A papás y mamás” -- así se llamaba el juego. Queríamos ver la aparición de la vida... Y eso que no teníamos más de ocho, diez años...
He visto cómo una mujer trataba de quitarse la vida. Entre los arbustos, junto al río. Tomaba un ladrillo y se golpeaba con él en la cabeza. Estaba embarazada de un policía , de un hombre al que toda la aldea odiaba.

Siendo aún un niño, yo había visto como nacían los gatitos. He ayudado a mi madre a tirar de un ternero cuando salía de una vaca, y he llevado a aparearse a nuestra cerda...
Recuerdo... Recuerdo como trajeron a mi padre muerto; llevaba un jersey, se lo había tejido mi madre. Al parecer lo habían fusilado con una ametralladora o con un fusil automático. Algo sanguinolento salía a pedazos de aquel jersey. Allí estaba, sobre nuestra única cama, no había otro lugar dónde acostarlo. Luego lo enterraron junto a la casa. Y aquella tierra era lo contrario del descanso eterno, era barro pesado, de la huerta de remolachas. Por todas partes seguían los combates... La calle sembrada de caballos caídos y hombres muertos.
Para mí son recuerdos hasta tal punto vedados que no hablo de ellos en voz alta...
Por entonces yo percibía la muerte igual que un nacimiento... Tenía más o menos el mismo sentimiento cuando aparecía el ternero de una vaca... Cuando salían los gatitos... Y cuando la mujer se intentaba quitar la vida entre los arbustos... Por alguna razón, todo eso me parecía la misma cosa, lo mismo... El nacimiento y la muerte.
Recuerdo desde la infancia cómo huele la casa cuando se sacrifica un cerdo... Y en cuanto usted me toque empiezo a caer, a hundirme allí... A la pesadilla... Al horror... Vuelo allí...
También recuerdo como siendo niños las mujeres nos llevaban consigo a los baños. Y a todas las mujeres, también a mi madre, se les caía la matriz (eso ya lo comprendíamos); se la sujetaban con trapos. Esto lo he visto yo... La matriz se salía debido al trabajo duro. No había hombres, los habían matado a todos en el frente, en la guerrilla; tampoco había caballos, las mujeres tiraban de los arados con sus propias fuerzas. Labraban sus huertos y los campos del koljós .
Cuando, al hacerme mayor, tenía trato íntimo con una mujer, me venía todo esto a la memoria... Lo que había visto en los baños...
Quería olvidar... Olvidarlo todo... Lo olvidaba... Y pensaba que lo más horroroso ya me había sucedido en el pasado... La guerra... Que estaba protegido, que ya estaba salvo...
Pero ahora he viajado a la zona de Chernóbyl ... Ya he estado muchas veces... Y allí comprendí que no estoy protegido. Que me estoy destruyendo... El pasado ya no me protege. Ya no hay respuestas en el pasado. Siempre las ha habido, pero hoy no las hay. A mí me destruye el futuro, no el pasado”
Piotr S., psicólogo.


Monólogo sobre de qué se puede conversar con un vivo, y con un muerto
“Por la noche un lobo entró en el patio. Miré por la ventana, y allí estaba con los ojos encendidos. Como faros...
Me he acostumbrado a todo. Hace siete años que vivo sola, siete años, desde que la gente se fue. Por la noche, a veces, me quedo sentada hasta que amanece, y pienso, pienso. Hoy incluso me he pasado la noche sentada, hecha un ovillo, en la cama, y luego he salido afuera a ver qué sol hacía.
¿Qué le voy a decir? Lo más justo en la vida es la muerte. Nadie la ha evitado. La tierra da cobijo a todos: a los buenos y a los malos, a los pecadores. Y no hay más justicia en este mundo. Me he pasado toda la vida trabajando duramente, como una persona honrada. He vivido con la conciencia en paz. Pero no me ha tocado lo que es justo. Se ve que a Dios, cuando repartía suerte, cuando me llegó el turno, ya no le quedaba nada para darme, al parecer.
Un joven puede morir, el viejo debe morirse...
Primero esperaba a la gente; pensaba que regresarían todos. Nadie se había ido para siempre; la gente se marchaba por un tiempo. Pero ahora sólo espero la muerte... Morirse no es difícil, sólo da miedo. No hay iglesia... El padre no viene por aquí... No tengo a nadie a quien confesar mis pecados...
La primera vez que nos dijeron que teníamos radiación, pensamos que era alguna enfermedad; que quien enferma se muere en seguida. Pero nos decían que no era eso, que era algo que estaba en la tierra, que se metía en la tierra y que no se podía ver. Los animales puede que lo vieran y lo oyeran, pero el hombre no. ¡Y no es verdad! Yo lo he visto... Este cesio estuvo tirado en mi huerto hasta que lo mojó la lluvia. Tiene un color así, como de tinta... Allí estaba brillando a pedazos... Llegué del campo del “koljós” y me fui a mi huerta... Y había un trozo azul... Y a unos doscientos metros más allá, otro... Del tamaño del pañuelo como el que llevo en la cabeza. Llamé a la vecina y a otras mujeres y recorrimos todo el lugar. Todos los huertos, el campo... Unas dos hectáreas... Encontramos puede que cuatro pedazos grandes... Uno era de color rojo...
Al día siguiente llovió. Desde por la mañana. Y para la hora de comer desaparecieron. Vino la milicia, pero ya no había nada que enseñar. Sólo se lo contamos. Unos trozos así... (Muestra con las manos). Como mi pañuelo. Azules y rojos...
Esta radiación no nos daba demasiado miedo. Mientras no la veíamos y no sabíamos qué era, puede que nos diera miedo, pero en cuanto la vimos, se nos pasó el temor. La milicia y los soldados pusieron unas tablillas. A algunos junto a la casa y también en la calle les escribieron: setenta curíes, sesenta curíes ...
Siempre hemos vivido de nuestras patatas, de nuestra cosecha, ¡y ahora nos dicen que no se puede! Para unos fue un duro golpe, aunque otros se lo tomaron a risa... Nos aconsejaban que trabajáramos en la huerta con máscaras de venda y con guantes de goma...
Entonces vino un sabio importante y pronunció un discurso en el club diciendo que teníamos que lavar la leña... ¡Ésta si que es buena! ¡Que se me caigan las orejas! Nos mandaron lavar las mantas, las sábanas, las cortinas... ¡Pero si estaban dentro de la casa! En los armarios y en los baúles. ¿Qué radiación puede haber, dígame, en las casas? ¿Tras las ventanas? ¿Tras las puertas? Si al menos la buscaran en el bosque, en el campo...
Nos cerraron con candado los pozos y los envolvieron en plástico... Que el agua estaba “sucia”. ¡¿Pero qué sucia?, si estaba más limpia que!... Nos llenaron la cabeza con que si os vais a morir... Que si debíamos irnos de ahí... Evacuarnos...
La gente se asustó... Se les llenó el cuerpo de miedo... Algunos empezaron a enterrar por la noche sus pertenencias. Hasta yo recogí toda mi ropa... Los diplomas por mi trabajo honrado y las cuatro monedas que tenía y que guardaba. ¡Y qué tristeza! ¡Una tristeza que me roía el corazón! ¡Que me muera si no le digo la verdad!
Y un día oigo que los soldados habían evacuado a toda una aldea, pero un viejo y su mujer se quedaron. El día antes de que sacaran a la gente y los subieran a los autobuses, ellos agarraron a la vaca y se metieron en el bosque. Y allí esperaron a que pasara todo. Como durante la guerra. Cuando las tropas de castigo quemaron la aldea...
¿De dónde tanta desgracia? (Llora). Qué frágil es nuestra vida... No lloraría si pudiera, pero las lágrimas me caen solas...
¡Oh! Mire por la ventana: ha venido una urraca... Yo no las espanto... Aunque a veces las urracas se me llevan los huevos del cobertizo. Así y todo no las espanto. ¡Yo no espanto a nadie! Ayer vino una liebre...
Si cada día viniera gente a casa. Aquí, no lejos, en la aldea vecina, también vive una mujer; yo le dije que se viniera aquí. Tanto si me ayuda, como si no, al menos tendré con quien hablar. Llamar...
Por la noche me duele todo. Se me doblan las piernas, noto como un hormigueo, son los nervios que corren por dentro. Entonces agarro lo que encuentro a mano. Un puñado de grano. Y jrup, jrup. Y los nervios se me calman.
¡Cuánto no habré trabajado y padecido en esta vida! Pero siempre me ha bastado con lo que tenía y no quiero nada más. Al menos si me muero, descansaré. Lo del alma no sé, pero el cuerpo se quedará tranquilo.
Tengo hijas e hijos... Todos están en la ciudad... ¡Pero yo no me voy de aquí! Dios no me ha librado de daños, pero me ha dado años. Yo sé qué carga es una persona vieja; los hijos te aguantan, te aguantan y al final acaban por herirte. Los hijos te dan alegrías mientras son chicos.
Nuestras mujeres, las que se han ido a la ciudad, todas se quejan. Unas veces es la nuera, otras la hija quien te ofende. Quieren regresar. Mi hombre está aquí... Aquí está enterrado... En el cementerio. Pero si no estuviera aquí, se habría ido a vivir a otra parte. Y yo con él. (De pronto contenta). ¿Aunque para qué irse? ¡Aquí se está bien! Todo crece, florece. De la fiera al mosquito, todo vive.
Ahora se lo recordaré todo...
Pasaban más y más aviones. Cada día. Iban bajos, sobre nuestras cabezas. Volaban al reactor. A la central. Uno tras otro. Y entre tanto estaban evacuando nuestro pueblo. Nos trasladaban. Tomaban al asalto las casas. La gente se había encerrado, se escondía. El ganado bramaba, los niños lloraban. ¡La guerra! Y el sol brillaba...
Yo me había metido en casa y no salía; la verdad es que no me encerré con llave. Llamaron unos soldados: “¿Qué abuela, está lista?”. Y yo les digo: “¿Qué, me vais a atar de pies y manos, vais a sacarme a la fuerza?”. Los chicos se quedaron callados y al rato se fueron. Eran tan jovencitos. ¡Unos niños!
Las mujeres se arrastraban de rodillas ante sus casas... Rezaban... Los soldados las agarraban de un brazo, del otro y al camión. Yo en cambio les amenacé de que si me tocaban, si me rozaban siquiera, les daría con la azada. Y juré. ¡Cómo juré! Pero no lloré... Aquel día no lloré.
De modo que me quedé en la casa. Afuera todo eran gritos. ¡Y qué gritos! Pero luego todo quedó en silencio. Sin un ruido. Y aquel día... El primer día no salí de casa...
Contaban que iba una columna de gente. Y otra de ganado. ¡La guerra!
Mi hombre solía decir que el hombre dispara y Dios lleva las balas. ¡A cada uno su suerte! Los jóvenes que se fueron, algunos ya han muerto. En el nuevo lugar. Y yo sigo aquí con mi bastón. En pie. ¿Que me pongo triste?, pues lloro un rato. La aldea está vacía... Pero hay todo tipo de pájaros... Volando... Hasta un alce pasea por aquí, como si nada... (Llora.)
Se lo recordaré todo...
La gente se fue, pero se dejó los gatos y los perros. Los primeros días iba de casa en casa y les echaba leche, y a cada perro le daba un pedazo de pan. Los perros estaban ante sus casas y esperaban a sus amos. Esperaron largo tiempo. Los gatos hambrientos comían pepinos... Tomates...
Hasta el otoño le estuve segando la hierba a la vecina delante de su casa. Se le cayó una valla y también la clavé. Esperaba a la gente... En casa de la vecina vivía un perrito, lo llamaban Zhuchok. “Zhuchok --le decía-- si te encuentras primero a alguien, llámame”.
Por la noche sueño cómo se me llevan... Un oficial me grita: “Abuela, dentro de un momento vamos a quemarlo todo y a enterrarlo. ¡Sal!”. Y se me llevan a alguna parte, a un sitio desconocido. Incomprensible. No era ni ciudad, ni aldea. Tampoco una tierra...
Me ocurrió una historia... Tenía yo un buen gatito. Vaska. En invierno me asaltaron las ratas y no había modo de librarse de ellas... Se me metían debajo de la manta... El tonel donde guardo el grano; le hicieron un agujero. Vaska fue quien me salvó... Sin Vaska hubiera estado perdida... Con el comía y charlaba... Pero entonces Vaska desapareció... Puede que lo atacaran los perros hambrientos y se lo comieran. Todos andaban famélicos, hasta que se murieron; los gatos también pasaban tanta hambre que se comían a sus crías; durante el verano no, sino con la llegada del invierno. ¡Válgame Dios! Las ratas hasta se comieron a una mujer... Se la zamparon... Las malditas ratas pelirrojas. Si es verdad o no, no sabría decirle, pero eso es lo que contaban.
Merodeaban por aquí unos vagabundos... Los primeros años las cosas en las casas no faltaban... Camisas, jerseyes, abrigos... Toma lo que quieras y llévalo a vender... Pero se emborrachaban, les daba por cantar. La madre que los... Uno se cayó de una bicicleta y se quedó dormido en medio de la calle. Y por la mañana sólo quedó de él dos huesos y la bicicleta. ¿Será verdad o mentira? No le sabría decir. Eso es lo que cuentan.
Aquí todo vive. ¡Lo que se dice todo! Vive la lagartija, la rana. Y el gusano vive. ¡Hasta ratones hay! Se está bien, sobre todo en primavera. Me gusta cuando florecen las lilas. Cuando huelen los cerezos.
Mientras los pies me aguantaban, yo misma iba a por el pan: a quince kilómetros sólo de ida. De joven me los hubiera hecho corriendo. La costumbre. Después de la guerra íbamos a Ucrania a por simiente. A treinta y cincuenta kilómetros. La gente llevaba un pud ; yo, tres. Ahora sucede que ni en casa puedo andar. Las viejas incluso en verano tienen frío.

Vienen por aquí los milicianos, pasan para controlar el pueblo, y entonces me traen pan. ¿Pero qué es lo que controlan? Vivo yo y el gatito. Éste ya es otro que tengo. Los milicianos hacen sonar la bocina y para nosotros es una fiesta. Corremos a verlos. Le traen huesos al gato. Y a mí me preguntan: “¿Y si aparecen los bandidos? -- “¿Y qué van sacar de mí? --les digo-- ¿qué me pueden quitar? ¿El alma? El alma es lo único que me queda”.
Son buenos muchachos... Se ríen... Me han traído pilas para la radio, y ahora la escucho. Me gusta Liudmila Zýkina , pero ahora, no sé por qué, rara vez canta. Se ve que se ha hecho vieja, como yo... A mi hombre le gustaba decir... Solía decir : ¡Se acabó el baile, el violín al estuche!

Le contaré como me encontré con el gatito. Mi pobre Vaska había desaparecido... Lo espero un día, lo espero otro... Un mes... En fin, que me había quedado como quien dice más sola que la una. Sin nadie con quien hablar. De modo que un día decido recorrer la aldea, y por los huertos vecinos voy llamando: Vaska, Murka... ¡Vaska! ¡Murka! Al principio había muchos gatos, luego desaparecieron todos Dios sabe dónde... Se exterminaron. La muerte no perdona... La tierra da cobijo a todos...

De modo que iba yo por ahí... Dos días me pasé llamando. Y al tercer día lo veo, sentado junto a la tienda... Nos miramos el uno al otro. Él contento y yo también. Lo único, que no dice palabra. “Bueno, vamos --lo llamo--, para casa”. Pero él que no se mueve. De modo que le pido que se venga conmigo: “¿Qué vas a hacer aquí solo? Se te comerán los lobos. Te harán pedazos. Ven. Que tengo huevos, tocino”. ¿Cómo se lo explicaría? Dicen que los gatos no entienden a los humanos. ¿Y entonces cómo es que entonces éste me entendió? Yo delante y él corriendo detrás. ¡Miau!.. “Te daré tocino”... ¡Miau! “Viviremos juntos”... ¡Miau! “Te llamaré Vaska”... ¡Miau!... Y ya ve, dos inviernos que llevamos juntos...
Por la noche a veces sueño que alguien me llama... La voz de la vecina: “¡Zina!..” Calla un rato, y otra vez: “¡Zina!”.
Si me pongo triste, lloro un rato...
Voy a ver las tumbas. Allí descansa mi madre. Mi hijita pequeña... La consumió el tifus durante la guerra... Justo después de llevarla al cementerio, después de que le dimos sepultura, de pronto entre las nubes salió el sol. Brillaba que daba gusto. Hasta me dieron ganas de regresar y desenterrarla...
También mi hombre está ahí... Fedia... Me quedo sentada junto a todos los míos. Suspiro un rato. Y hasta hablar con ellos puedo, tanto con los vivos, como con los muertos. Para mí no hay diferencia. Los oigo tanto a unos como a los otros. Cuando estás sola... Y cuando estás triste... Muy triste...
Justo al lado de las tumbas vivía el maestro Iván Prójorovich Gavrilenko. Se ha marchado a Crimea con su hijo.
Algo más allá, Piotr Ivánovich Miusski... El tractorista... Era estajanovista , en un tiempo todos se hacían estajanovistas... Tenía unas manos de oro. Se hizo él mismo los artesonados de madera. Y qué casa; la mejor del pueblo. ¡Una joya! ¡Oh qué lástima me dio, hasta se me subió la sangre cuando la destruyeron... La enterraron. El oficial gritaba: “No padezcas, mujer. La casa ha caído dentro de la “mancha””. Aunque parecía borracho. Me acerqué a él y veo que está llorando. “¡Ve, mujer, vete!” -- me dijo y me echó de allí...
Y luego ya Misha Mijaliov, que cuidaba de las calderas de la granja. Misha murió pronto. Se fue y al poco se murió.
Tras él está la casa del zootécnico Stepán Býjov... ¡La casa se quemó! Por la noche unos granujas la prendieron fuego. Forasteros eran. Stepán no vivió mucho. Lo enterraron en alguna parte de la región de Moguiliov.
Una segunda guerra... ¡Cuanta gente hemos perdido! Kovaliov Vasili Makárovich, Maksim Nikiforenko...
En un tiempo vivimos con alegría. Durante las fiestas cantábamos, bailábamos. Con el acordeón. Y ahora esto parece una prisión. Cierro, a veces, los ojos y recorro la aldea... Qué radiación ni qué cuentos, cuando las mariposas vuelan y los abejorros zumban. Y mi Vaska cazando ratones. (Llora).
Dime, hija mía, ¿has comprendido mi tristeza? Se la llevarás a la gente, pero puede que yo ya no esté. Me encontrarán en la tierra... Bajo las raíces...”
Zinaída Yevdokímovna Kovalenko, residente en la zona prohibida.

viernes, 4 de septiembre de 2015

BRINDIS



Pero nunca será. Tú no eres ésa,
yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.

Mario Benedetti - Asunción de ti



Te has ido mujer volátil de quiméricos veranos,
de tragedias veniales, de sueño amarillo.
Te has ido a cambiar deleite por olvido.
Te has perdido, pies trotamundos, besos furtivos,
sueños vacíos en alcoba ajena.
Te has ido mujer de sueño amarillo.

Adiós celebración de la cintura,
adiós dueña del tacto mágico,
adiós sombra en las ventanas,
adiós moraleja de madrugada,
adiós nombre en mi garganta,
adiós cabellos proscritos
en mi almohada.


Mujer volátil de quiméricos veranos,
presa de la tiranía materna y de tu noción de familia.
Mujer de alas rotas. Dama escasa de verso y canción.

Te vas con tu amor que no fue, a falta de decisivas vocales.
Un amor muerto de pronunciación.
Te vas, dama gris de culpas, negra de lealtades.

Va esta copa de adiós inconcluso.
Brindis de gratitud por lo que fuiste.
Brindis postrero y nostalgia moribunda.



De: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

jueves, 13 de agosto de 2015

YO ESCRIBO




Otros escriben de iras o ironías. Del fulgor del metal.
De exilios y agonías.
Yo escribo del amor. Del plural de primera persona.
De estómago y vísceras. De sujeto y participio.
 
Otros escriben de escasez y desgracia, de ideal e injusticia.
De revolución. De vanguardia. De proletarios y utopías.
De militantes, de hartazgos. De banderas y protestas.
De prisiones y huelgas.
 
Yo escribo de las melodías que el amor diseña.
De su partitura vibrante, de su solfeo abandonado.
De allegro y adagio.
Sinfonía del silencio, ópera del gozo. Abismo y cumbre.
 
De los mapas de los amantes. De sus coordenadas esotéricas
donde confluyen rubor, odio, vacío, nervio y delicioso insomnio.
 
Mis letras vienen de un modesto planeta
donde olvido y recuerdo contienen igual ilusión.
Donde la paz no existe, el dolor acecha,
donde gozar y sufrir son la misma falacia.
 
Otros escriben de furia y desaliento,
de hambre y cansancio, de flores y tumbas.
De pobres y ricos, de batallas y pactos,
de consigna y sangre. De dialéctica.
 
Yo escribo de cuerpos y azahares,
de placeres y desdichas. De ausencia.
De libertad, de tacto, de ofrendas cotidianas,
de perdones y promesas. De miradas.
 
Otros escriben de héroes y asesinos
yo escribo de mi raíz, mi madre, mis ancestros,
de mi tío-padre sabio y silencioso. De mi bucólico pueblo.
Yo escribo de la celebración. De flores y campos,
de lluvia y animales. De la exaltación de la memoria.
 
Yo escribo del amor ausente, obsecuente, obsesivo,
vendido y vencido. Del amor furtivo.
Del amor diáfano, incansable. Del amor neurótico y perseguido.
 
Del amor remoto, secreto, ilimitado, tácito, fulgurante, inmediato.
 
Otros escriben de todo. Yo escribo del amor.
Solitario, agridulce, demente, agónico.
Infame, trémulo, falaz, desesperado.
Del amor maldito. Del amor difunto.




DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano


martes, 11 de agosto de 2015

LA RETIRADA

Te otorgué los más rendidos epítetos y reclamé a los demás el pedestal que creí merecías. Pero tú ya no estabas. Me estrellé una y otra vez contra el muro de tu silencio. Como si tuvieras de qué avergonzarte. Pese a mis esfuerzos, te negaste a acpetar los hechos. Hubiera sido más fácil enfrentarlos aceptando que el amor se puede acabar a la vuelta de la esquina. Pasaron los días. Mientras yo intentaba una coartada, tu desidia me desmentía y tu silencio alimentaba las sospechas. A los ojos del resto habías claudicado, quien sabe si para eludir el escarnio. Recorrí cada una de las miradas. La decepción cundía en la sala. Después de eso, cada vez con menos convicción fui enumerando tus talentos. Tu ausencia multiplicó el desconcierto. Tu nombre encabezaba las fotografías en mis redes sociales. En todas parecíamos sólidos y enamorados. ¿Por qué darle alimento a los buitres? De haber aisitido les habrías obligado a beber de su veneno. Pero callaste. Optaste por un escape sin gloria, cuando debías mostrar coraje y entereza. ¿Yo? Devastado, me fui cruzando el festín de murmullos. No me interesa ser el bueno de la película. Lo que quedó de ti fue aquella foto que mostraba tu insolayable intención. DE: EL JUEGO DE LA VIDA Copyright © 2015 de  Rogger Alzamora Quijano

viernes, 17 de julio de 2015

¡CIEN MIL GRACIAS!

Escribe: Rogger Alzamora Quijano

CARNE SIN HUESO, borradores no borrados ha sobrepasado el día de hoy las 100 MIL VISITAS. No ha sido fácil llegar a esa cifra para un blog dedicado a la literatura y administrado por una sola persona. Y no lo ha sido por varias otras razones, por ejemplo: no permito la publicidad, tampoco he invertido un solo centavo en promocionar este blog. Nunca ofrecí prebendas, concesiones, retribuciones o intercambios. Esperé pacientemente a que los lectores llegasen. Incluso muchos de mis amigos y familiares se enteraron de la existencia de mi blog varios años después de su creación (y cuando lo supieron fue por cuenta propia). Es decir, cada uno de los cien mil visitantes han llegado voluntariamente.

ALGO DE HISTORIA
Transcurría el año 2005 cuando leí en un periódico acerca de la -entonces novedosa- idea del blog. Me gustó de inmediato, porque siempre estuve convencido de la libertad del lector para buscar, descubrir, leer, releer y recomendar contenidos, y también para evitarlos o rechazarlos. De inmediato construí mi primer blog que se llamó Literatura por Rogger Alzamora, en una plataforma llamada blogs.ya.com, el que recuerdo como un aprendizaje pues tenía muchas limitaciones (no admitía fotografías ni enlaces, por citar un par). Mi frustración me hizo recalar en wordpress.com, cuya interfaz tampoco me convenció. Después de dos años y medio, el año 2008 encontré en blogger.com la plataforma completa, con las herramientas soñadas. De inmediato cerré Literatura... y publiqué mi primer post en CARNE SIN HUESO, borradores no borrados. Era febrero de 2008. CARNE SIN HUESO, borradores no borrados, dejaba claro en su propio nombre que no iba a alojar banalidades.
El sitial que CARNE SIN HUESO, borradores no borrados, tiene en el ciberespacio es consecuencia de un trabajo paciente, dedicado, esperanzado y -hoy- gratificante. Al principio mis visitantes se contaban con los dedos de la mano cada mes. Al año eran decenas. Por fin, el año 2014 recibí el visitante número 50,000. Desde entonces el incremento de visitas ha sido avasallador: en poco menos de un año CARNE SIN HUESO, borradores no borrados ha duplicado las visitas de seis años. Y con no poco asombrO veo como llegan visitantes de lugares tan remotos como Singapur, Nueva Zelanda, India, Ucrania, Francia, Japón, China, tanto como de Perú y América toda. Hoy celebro los primeros cien mil y voy por más. Siempre con la consigna de ofrecer lo mejor de mí. Aquí no se vende escándalos. Aquí se escribe sobre el amor, el vagón que mueve el mundo.
CARNE SIN HUESO, borradores no borrados ya tiene vida propia, y vivirá en el tiempo, conmigo o sin mi.

Mi celebración comienza (y continúa) con un mensaje:
¡CIEN MIL GRACIAS!

jueves, 25 de junio de 2015

EL BOLERO



El sol acomete la isla arquetipo de la distancia
como las dudas de la desdicha.
El verano y la soledad son el mismo sol.
Verano común de viento escaso. Soledad ansiedad escasa paz.
Sudor que macera la premura de un plazo exiguo.
Verano común. Molicie en la ensenada de cumbias recurrentes.
De pescadores afables donde todos (menos nosotros) olvidan y bailan.
 
A mediodía el aroma a pescado asalta el pueblo.
Sudados con arroz blanco, ceviche ingente y helado.
Después otra vez a la plaza y otra vez a la playa,
a dejarnos envolver por la arenisca salina,
los bostezos del mar y las contingencias de la carne.
Más atrás aguarda la desconfianza.
 
De regreso, por la vereda de fuego y cemento el bolero suena.
No la Obertura de las Hébridas ni la Marcha Turca,
sino un bolero con aire de balada gotea con el sudor sobre el calendario.
Arde como hierro en la llaga y su melodía comienza a matar.
 
Taciturnos doblamos las últimas esquinas. El tramo interminable.
Repetimos las estrofas del bolero nono,
un Manzanero que deja a expensas del futuro.
Sombrío como nuestras sombras.
Un bolero que nos alista para cortar
el futuro tristón y lacerante, vago y caprichoso.
 
Miramos el mar desde la ventana, sin aliento y sin hambre.
No nos detiene un beso. No nos convence la cama.
Nuestra carencia es del alma.
Nos atosiga el adiós como una pipa de agua en Estambul.
Son los cimientos de la distancia, del calendario y la renuncia.
Y sin renuncia no hay riesgo.
Sin renuncia los sueños se quedan en las almohadas.
 
Con el viento las versiones vuelan como mariposas del cisma.
Tienes la tuya, tengo la mía.
Amores y mentiras en la Cava de Fingal.
Sonidos silencios dudas colores.
Pilares de basalto bullendo en el aire.
 
Mentiras y amores en los campos de Orhan,
tras un brillante Tercer Movimiento
donde el piano va dejando reproches en breves agudos
que tropiezan ante la coda moribunda.
 
El recuento se apaga en el mercado. Hemos llegado.
El bolero de Manzanero viene de todas partes.
El vendedor de paltas sabe las letras,
la dama de las frutas taconea su ritmo.
Todos se dejan aplastar por su nostalgia
en la vorágine del mediodía.
 
Todo en extraña armonía.
La gente gira alrededor de sí misma.
El egoísmo es intrínseco en la caleta,
en la Escocia del extremo
y en las riberas del Bósforo.



DE: versos conversos Derechos reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

lunes, 8 de junio de 2015

PLATÓNICO



Nada conozco de ti. Apenas el lunar de tu hombro
y un resquicio de tus dientes aparcados sobre una rosa mueca.
Discretamente te miro y vuelvo a mirarte con azoro y culpa.
Discretamente soporto tu soterrada provocación.
 
Confabulamos para no dejar rastros, para no provocar sospechas.
Para subrepticiamente convidarnos.
Condenados a vernos una vez por año,
entre abril y mayo, con sendas copas de vino
entre bullicio y sospecha.
 
Exprimes los segundos para decirme sutilezas, para dejar señuelos.
Para resumir en un minuto tu acopio de doce meses.
Me trago las ganas de tus labios, de tu lengua vibrante,
de tu mirada infame.
Vuelo tras tu dedo glamoroso y solemne
mientras te atascas entre preguntas y coartadas.
No eres experta pero te sobra arrojo.
 
Tierna, roja y perniciosa, fruta desafiante y sabrosa,
espero que dudes y te ruborices, que tu lengua tropiece,
tus ojos se rindan, te frotes las manos, rebusques las palabras
y encuentres la frase definitiva que marcará tu territorio
hasta el próximo abril en fiesta ajena.
 
Tras un cárdeno sorbo de valor
me cuentas de un amor estrujado por el decoro.
Brindamos otro tinto deleite,
copa en mano enrojecemos con él,
las miradas esquivas, las sonrisas torpes, corazones a mil.
Sabemos que esto no llega a ser. Que solo existe.
 
Un amor sin edad, sin causa.
Sin plazos ni urgencia,
sin futuro, sin besos,
sin fidelidad, sin compromiso,
sin pertenencia,
sin promesas ni planes,
sin sexo sin hijos sin cama ni mesa.
 
Sin nombre,
sin flores ni regalos,
sin fechas ni celebraciones,
sin amigos, sin citas.
Sin celos ni abandonos.
Sin reconciliaciones.
 
Un amor carente,
que no entiende ni necesita.
Un amor pacífico, empírico, subjetivo.
Un amor tangencial, incoherente, plácido.
 
Te irás. Dejas tu copa en mi mano.
No más preguntas.
No más Quasimodo ni Pavese.
Solo un último sorbo de amor platónico.
 
 




DE: versos conversos Derechos reservados Copyright © 2015 de  Rogger Alzamora Quijano

viernes, 22 de mayo de 2015

APOLOGÍA



Soy un tipo extraño. No me azora tu edad.
No me arredra tu insensatez ni tu coraza bipolar.
Porque no temo tu desenfreno
y me encandila que arriesgues.
Porque celebro discrepar más que cenar,
tus manías al despertar distinta y distante,
tu risa y tus dislates.
Porque adoro tus minifaldas,
odio tu maquillaje de mujer fatal,
prefiero tu cabello suelto
y me cohibe tu máscara de pepinos.
 
Soy un tipo extraño. Detesto el fucsia sobre tu piel rosada,
me divierten tus celos y complejos,
valoro tus críticas y te atormento con mi monotonía.
Me avergüenza no bailar la marinera,
me ruboriza tu tacto imprudente, me somete tu insistencia.
 
Ciertamente soy un tipo extraño.
Prefiero tus diáfanos ojos a tus gafas de marca,
tus dedos nudosos a las sortijas de jade,
tus pestañas escasas al rímel excesivo,
tus pies pequeños a los zancos de cocodrilo.
 
Prefiero un cigarro conmigo y un vino a hurtadillas,
tu mendaz fidelidad a la hipocresía.
Prefiero que duermas sobre mi pecho
que a mis espaldas.
 


DE: versos conversos Derechos Reservados ©Copyright 2015 de Rogger Alzamora Quijano

domingo, 10 de mayo de 2015

SI



“Si fueron mil años o cuarenta no cuenta,
sino tu gracia y tu savia
que discurren por mis venas como letras,
colores, música y memoria.
Si tus vocablos percentiles y acertijos
equivalen ganancias y elogios
en platos redondos y frescos,
te debo la terca práctica y la paciencia.
 
Si mis sueños se mezclan con tus premisas,
ya puedes ver el camino que trazaste y bendices.
Si mi rebeldía se refresca con tu noción de libertad,
el concepto de la ausencia intrínseca
y la persistencia del credo cotidiano
que pronunciabas durante las comidas,
es porque he logrado descifrar tu legado.
 
 
Si heredé tu causa por los excluidos,
tu doctrina de la humildad,
tu amor por las artes y las caminatas,
tu pasión por Alianza Lima los panecillos de maíz,
la música y el pensamiento, hoy me siento y vivo,
creo y vivo sin ser ni deber escueta felicidad.
 
Si adopté tus costumbres, recetas de cocina,
visión del mundo, cumpleaños austeros,
vivir con simpleza, morir sin aspaviento
es porque te guardo y te escucho.
Si tu mano trasciende el tiempo y me alcanza tu presencia,
me prohibo un día de las madres con acento de tristeza.
Si tus ojos vigilan mis proyectos y lo presiento,
no es la nostalgia por la risa de otras madres,
sino el tacto de la evidencia.
 
Si tu sombra me guarda de los pasos en falso,
si tu nombre acampa en mi puerta
y tu risa en mis silencios, duermo tranquilo.
Si no me da por las rosas blancas,
si te celebro y no te reclamo,
si te agradezco y no te extraño,
es porque eres y existes, mamá.
 


DE: versos conversos DERECHOS RESERVADOS Copyright © 2015 de  Rogger Alzamora Quijano

sábado, 2 de mayo de 2015

LA NÁUSEA



La vio en la televisión. Estaba con sus amigos. El café pasó por su garganta como un sorbo de espinas.

Salió a la calle. Abajo el portero lo saludó con cierta sorna. En otros tiempos era ella quien sacaba el auto. Media hora más tarde, en la esquina del edificio se detuvo en el puesto de periódicos. En primera plana ella sonriente en la barra de algún bar miraflorino, con la indudable mueca del disfrute. Sintió en sus entrañas un batido gaseoso. Tomó aire. Al pie de la escalera que se alza hasta el edificio, extrajo su teléfono. No usaría el ascensor. Fotos, risas y sonrisas, almuerzos, caballos, autos, playas, cientos de likes en sus redes sociales. La náusea subió irremediable hasta cortarle el aliento. Borrar, borra, borrar. Que no quede ni una. Y luego bloquearla en sus redes. Eso, para empezar.

La mañana había nacido con el olor a mar que precede al otoño. Tres años después estaba deseando que las noches de juerga, al sur de Lima, se fuesen de inmediato, sin tener que pasar por la memoria. Esta nostalgia que trae el otoño no ayudaría mucho, pero peor sería un verano absurdo. No le gusta este olor salino, tosco, dañoso, lacerante, que es una nueva amenaza: es la fétida náusea que apaga sus sentidos. Carajo, pasaron dos semanas. Para mí es poco, pero ella no es yo. La sal del adiós, de la despedida, del pasado, de la pérdida, no tenían el mismo significado ni siquiera para dos almas que se fundieron en algún momento.

Un piso, dos, tres. Al encuentro con sus fantasmas. Cuatro, seis, hasta atravesar la cortina del pasado. Recuerdos, urgencia, nostalgia. Puta madre. Se quita el abrigo. El sol está disparando un halo de luz que se cuela por la ventana. El cielo limeño, otras veces tan gris y sombrío, va a solear cuando más lo necesita. Abajo, en las calles, el bullicio se acentúa. Bocinas, motores, desorden. Todo ese caos parece una invitación al abrazo. Déjala ir. No te necesita. No es la que conociste. Ser famosa es ahora lo más importante. Está pasando la náusea. El aire del octavo piso ayuda. Lima es una ciudad mágica, donde todo parece una fiesta. La gente canta, ríe, silba, bromea. El limeño se agarra de su alegría para salir a lucharla. Le gusta Lima porque no es una ciudad ausente. Aquí siempre pasa algo. No tiene calles perfectas, no pertenece al primer mundo. No es una ciudad ordenada y superficial, de gentes egocéntricas y deshumanizadas. Aquí es urgente el roce, el contacto físico, la intimidad. Un abrazo, un beso, una mirada, un apretón de manos, un palmoteo. Lima es una ciudad expresiva. Un hola, una sonrisa, un grito, un insulto, un desplante. Todos somos alguien. Nadie pasa desapercibido. Él tiene su lugar en esta sociedad mestiza, en este cuadrante variopinto que como hoy le pide cuentas de su soledad. Un par de semanas más y saldrá al reencuentro con su origen, sin pizca de pasado.

Es un chico de Barrios Altos. Por naturaleza es alegre y suspicaz. Tener un buen empleo, ganar buen dinero y vivir en Miraflores con una flaca del María Reina, estuvieron a punto de borrar su identidad.


De: El Juego de la vida Copyright © 2015 Rogger Alzamora Quijano

domingo, 26 de abril de 2015

LINDA




A Linda, flor inmarcesible de la primavera de mi vida.
 
 
Ojos amor sombra chocolate,
patitas que atravesaron mil combates.
Vigilia sin pausa ladrido firme.
Reclama libertad una pelota
y retozar en mi cama.
 
Sello de alegría y patas de barro vinieron conmigo
y olvidó el patio abandono
la comida ausente
y el cariz de sus ojos en pos de sustento.
 
La cuido y me cuida
ladrido marrón compañero,
muerde mis dedos
el azúcar de su lengua
el cielo de su corazón.




De: versos conversos Derechos Reservados Copyright 2014 por Rogger Alzamora Quijano

martes, 21 de abril de 2015

LIBERTAD



Llenar libertad, vaciar libertad
como las mañanas del verano.
Elige o guarda. Usa o descarta.
Dilema entre el azul del cielo y el del mar.
Ambos insondables, ambos fríos y provocadores
como el color de la flor y el barro del acantilado,
como la nube y el humo, tan blancos y tan distintos,
como el sueño y la muerte que invitan y acosan.
Como el tiempo y sus variables.
Llenar y vaciar libertad.
Desperdiciar oportunidades, desdecirse.
Sortear las lisonjas, elegir la indiferencia y la locura.
Todo es riesgo o fracaso.
Todo es juicio o renuncia.
Llenar y vaciar la libertad.
Autocrítica mentira soberbia orgullo consuelo,
memoria condena desidia y perjuicio.



DE: versos conversos Derechos Reservados © Copyright 2015 de Rogger Alzamora Quijano

domingo, 12 de abril de 2015

ACOPIO



Breve leve y fresco como el amanecer nace su nombre.
Ha muerto el odio.
Cascada de letras torrente pronunciación.
Sabor aroma desayuno ausente maquilla un pasado repudio que pervive.
Las ofensas son ahora pan con carne y compasión.

Haber salido de la duda y el insomnio. De la sal y la sed.
Haber ganado la música y transigir ante el bullicio,
escarbar la gratitud, mitigar jugar arriesgar.

Eliminar palabras como perdón, círculo, dolor,
olvidar los zapatos de la pesadilla,
el costo de la cruz, el frío de la foto, el final de la noche,
las huellas llenas de pretéritos imperfectos.

Acopiar.
Elogios, palabras justas, besos perpetuos.

Acopiar.
Insensatez, estrechez de cama, exigua esperanza.

Acopiar la promesa de la sombra, la paz en el abandono,
la capitulación y el engaño.
El cigarro y la desdicha que fumamos juntos,
Las boutiques donde compramos dos adioses.

Y al caer la tarde otra vez las redundancias.




DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 por Rogger Alzamora Quijano

domingo, 8 de marzo de 2015

DETRÁS DE LOS PREMIOS LITERARIOS



Escribe: Rogger Alzamora Quijano

Jaime Bayly fue convencido de participar en el Premio Planeta 2005 al recibir una llamada que le aseguraba iba a ser finalista. Bayly presentó su novela -según sus propias palabras- “a medio escribir”. A la postre sería finalista. Sí, querido(a) lector(a): ganó 125,000 euros con una obra inconclusa (El Premio Planeta está dotado con 601,000 euros para el ganador y 125,000 para el finalista).

Esta es la historia que gracias a Juan Marsé y a Josep María Cuenca podemos corroborar (con planetaria vergüenza ajena). Farsa es la palabra que asociará -querido(a) lector(a)- con premio literario, por culpa de unos cuantos mercantilistas e ineptos.

“Mientras llega la felicidad” es la biografía de Marsé que Cuenca ha publicado en Anagrama. Hay muchas cosas interesantes en este libro, entre otras los verdaderos motivos de su renuncia a ser jurado del Premio Planeta 2005. Cuenca relata cómo Juan Marsé Carbó (Barcelona, 1933) hizo un honroso deslinde cuando se percató que Planeta no sólo no tomaba en cuenta sus razonables requerimientos, sino que avalaba el caótico sistema de lectura y selección de manuscritos y la falta de idoneidad de ciertos jurados.
Es indignante también saber que la valoración literaria del premio se ve claramente por debajo de la comercial. Es decir, si James Joyce hubiera presentado “Ulysses” al Premio Planeta, hay que imaginar cuál hubiera sido su suerte: muy probablemente el tacho de basura.

Sobre el caso Bayly, Cuenca relata que la citada obra inconclusa (que a la postre sería finalista) “De repente un ángel” fue motivo de un informe de lectura que para Marsé resultó siendo absolutamente adverso. Y para dejarlo muy claro lo cita textualmente: (La obra de Bayly es) “Una especie de culebrón peruano ternurista y desaforadamente verboso, tan decantado a lo sentimental y sensiblero que da grima. Juraría que el autor escribe telenovelas de éxito en su país. Trufada de diálogos ñoños y afectados, redundantes y vacuos a ratos, o pretendidamente graciosos, y reiterativos. Un hablar bonito, con ribetes de folletín -pasando de puntillas por lo escabroso, y eso que el protagonista es escritor-. Y al cabo, inverosímil, todo servido en una prosa simplona que duerme a las ovejas. Lo que más me fastidia es el alarde de buenos sentimientos de que hace gala el autor.”
¿Necesitan más? Aquí tienen:
Marsé: “Después del premio, Jaime Bayly quiso hablar conmigo y quedamos un día para tomar una copa en el Majestic. Me confesó que su novela no estaba terminada, que algunos capítulos sólo estaban apuntalados, y que entonces le comunicaron que iba a ser finalista del Planeta y la acabó deprisa y corriendo. “Acepté”, me dijo, “y sé que no tendría que haberlo hecho”.
Claro, se sintió culpable, pero... se quedó con el premio.

Sin embargo, asumiendo que la opinión de Marsé como jurado es -o puede ser- discutible, lo que resulta despreciable es que, mientras miles de autores en todo el mundo se esmeran en escribir bien y mejor para tener la posibilidad de recibir de Planeta el impulso mediático, en caso de un posible galardón, los “responsables” de este evento ya tengan "controlados" (léase acordados y elegidos) los finalistas, al tiempo que publican la convocatoria.

Pero es necesario citar otros tramos de Marsé:
Acerca de la ganadora de ese año: “Pasiones romanas” de María de la Pau Janer dice: “Solamente una pregunta. ¿Alguien de los presentes se ha leído hasta el final este artefacto de tedio y molicie interminables? Una vez más me he visto sorprendido por la valoración literaria en el informe de la preselección. Un 7 sobre 10. Y la valoración comercial aún es más alta: un 8,5. Francamente, me parece que eso es poner en serio peligro la estabilidad mental de los lectores habituales de los Premios Planeta, ya de por sí bastante deteriorada.”

Marsé no se quedó en el gesto. Se lo hizo saber a José Manuel Lara Bosch, presidente de Planeta-, y lo cuenta con insoslayable amargura:
“Insistí mucho en la necesidad de introducir cambios en el equipo de lectores que hacía la selección previa de manuscritos y dictaminaba cuales eran las obras finalistas. Porque ese equipo, que dirigía un tal Emili Rosales, era de una incompetencia total. Todos los informes que hacía para el jurado -alguno incluso estaba firmado por el propio Rosales- eran malísimos; decían cosas como: “Novela que va a cambiar el curso de la literatura contemporánea“, y constaban de dos partes: una literaria y otra comercial. Normalmente la comercial era la más honesta y la literaria, la más demencial. Por todo esto le pedí a Lara que introdujera cambios en el equipo, porque trabajando así no era de extrañar que entre las novelas descartadas hubiese alguna realmente buena. Yo quería, además, un listado de las novelas presentadas con una ficha informativa, por si me llamaba la atención alguna novela descartada. A esto último Lara me respondió, sorprendido, que eso nunca se había hecho. Yo le repliqué que el Premio La Sonrisa Vertical de Tusquets sí se hacía y le sugerí que llamara a Beatriz de Moura y Toni López; lo hizo y se lo confirmaron. Y, por último, yo quería librarme de tener que intervenir en público, porque si tenía que hacerlo y me hacían preguntas contestaría con total sinceridad. Lara me aseguró que en las ruedas de prensa del Planeta los periodistas nunca preguntaban nada, y que sólo hablaba Carlos Pujol en nombre del jurado, pero luego no ocurrió así. En fin, que ante mis peticiones, Lara me dijo que de acuerdo, pero al final no cumplió. Y no sólo no cumplió, sino que ha promocionado todavía más arriba a ese incompetente de Rosales.”

El día de la entrega del Premio Planeta 2004 había escrito:
A las dos me recoge un taxista (Paco, muy simpático) y me lleva al restaurante Vía Veneto. Comida-trabajo con el resto del jurado y con José Manuel Lara de mirón. Rosa Regás, Carmen Posadas, Pere Gimferrer, Alberto Blecua, Antonio Prieto, Carlos Pujol y Manolo Lombardero de secretario, sin voto. Empieza a hablar Blecua y hace un increíble elogio de la infame novela de L. Etxebarría. Llega a calificar a esa niña estúpida de “transgresora” literaria. La Posadas, aleccionada por mí, dice que ninguna de las cinco novelas le gusta. Antonio Prieto critica algo a la Etxebarría, pero al cabo dice que es la mejor opción. Pujol también. Rosa Regás también. P. Gimferrer me resulta el más patético y despreciable, por ser el más inteligente: dice que la novela de esa chica “no le aburre”. Yo me la cargo furiosamente […] y declaro que no votaré a ninguna de las cinco por considerarlas un insulto a mi inteligencia y un desprecio al jurado. Pero sé que el premio no puede declararse desierto, etc. La cena y la entrega del premio, con la asistencia de la ministra Calvo y del president de la Generalitat Pascual Maragall, y, sobre todo, la rueda de prensa con los ganadores (L. Etxebarría y F. Torrent, el valensianet trepa, los dos pésimos escritores) un horror. Tengo que replantearme dimitir como jurado.

El día 20, Marsé escribe en su diario: “Me siento sucio.”

Mi admiración y solidaridad con Marsé, un tipo honesto y valiente.
Juan Marsé había ganado el Premio Planeta 1978 por “La muchacha de las bragas de oro”. Sólo fue jurado del Premio Planeta el 2004 (entró para reemplazar al fallecido Manuel Vasquez Montalbán) y el 2005 en el que dimitió un día antes del fallo.

Agradecimientos a:
- Josep María Cuenca: “Mientras llega la felicidad”, Editorial Anagrama, 2015. 752 páginas.
- “Patrulla de Salvación”.

domingo, 15 de febrero de 2015

FOTO



Mundo superfluo cosmopolita precario y fascinante.
Mundo inmediato egoísta.
 
Vestigios vestidos poses miradas gestos tramas.
Auxocromo versus pixeles oportunidad versus confusión.
Disparo.
 
Fiesta de los dientes gozo blancura.
Redondo momento redonda memoria vacua vanidad,
pretensión y conquista.
Fragilidad mundano regocijo saturación,
toque de luz abertura captura instante,
pluma de vuelo memorioso.
 
La premonición una fruta mágica,
un planeta ignoto quietud inagotable,
despensa de soberbia.



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 27 de enero de 2015

ARQUITECTURA



Tu silueta concisa, la fundación de tu edad,
el germinar matutino de tu rosada flor,
los ojos prontos guardados tras fastuosas celosías,
como la luz insuperable de la madrugada,
como la promesa escrita a vapor en un espejo.
Tu silueta concisa de sinuosos trayectos,
olor a fresno, contornos deliberados,
profundos desfiladeros.
Aún sin haber pagado tu deuda con el tiempo
tu piel expele el aire menta de los campos,
cotiza cada pétalo de bronce y plata en la bolsa del deseo.
Cita colores y sombras como un cromóforo.
Tu piel deslumbra súmmum atezado en todos sus ángulos.
Te yergues sobre nieves, vientos umbríos valles y toscas arenas,
laberinto de pierna cadera cintura y busto hacia el pasillo del artístico cuadrante que se abre a los pies del delirio,
con tus aleros pintando el viento.
 
Se dice que tu mirada custodia un tesoro, acaso el esbozo de una juventud despiadada,
tal vez el estreno de un talante rebelde o la muestra del enigma zodiacal.
Para mí es la escotilla encubierta que deja ver pasmo y mentira,
ambos abismos de la fantasía.
Te yergues sobre angustias y maldiciones laberinto de piel músculos y huesos,
mente corazón y espíritu, gestos modos y movimientos.
Tu miedo desafiando la suerte.
Te yergues sobre trazos diseños y coordenadas.
Suerte belleza ensamble estudio y teoría.
Ángulos y curvas genuinas y abstractas,
suerte de una dimensión indescifrable.
Poderes y flaquezas reunidos en un mismo
inútil concepto de la utopía.



DE: versos conversos DERECHOS RESERVADOS Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano

viernes, 16 de enero de 2015

PARA QUÉ



Me dejó en su casa. Las nueve de la mañana. Es un día de otoño.

Habíamos llegado en autobús y las cuatro cuadras que nos separaban de su casa las caminamos en silencio. Me mostró la mesa. Ahí tienes, dijo. Tiró las llaves sobre el mueble y se fue. Los folios, agrupados con un clip. Más allá, fotografías, una cajita con discos, un vaso publicitario lleno de bolígrafos y un cenicero vacío.

Primera hoja:

"Fecha Ene/3. No contestó. La llamé diez veces. Dejé mensajes en el buzón de voz: 'Es posible que el usuario no esté disponible o se encuentre fuera de alcance'. En WhatsApp, última vista, ayer a las nueve de la noche.
El cuatro por la mañana, al no tener noticias, fui a buscarla a su casa. Su madre me atendió un tanto confundida, pero sin pizca de alarma. Eso me tranquilizó, pero también me dejó sembradas más dudas. Al final de la tarde apareció en mi puerta. Cariacontecida, me dijo que la hermana de su amiga de colegio y tal, que sin intención sea fueron a la Polmalca y tal, que su teléfono murió de tanto intentar llamarme y tal, y a su madre le alcanzó a explicar, pero que para mí se cortó la línea. Que Cartavio es un pueblito complicado para los celulares. Que lo sentía mucho y que me invitaba un chifita para reparar su ausencia y compensar mi angustia.

No era angustia, eran dudas, sospechas. Pero no le dije eso. Solo le dije que no, gracias. Que se fuese a su casa y mañana hablaríamos. Que tenía mucho que hacer. No me creyó, pero igual se fue. No dormí bien por alistar mis argumentos. No dejar nada al azar, porque seguramente aprovecharía cualquier inconsistencia. Ella no imaginaba lo que yo sabía. La primera vez, hace una año, tuvo también una extraña desaparición por casi tres horas. La segunda, hace seis meses, Lucas me envió su foto a mi WhatsApp: una de sus amigas posteó una foto (que unas horas más tarde retiró), con Lucero y unos amigos lanzando gallos en un karaoke de Huanchaco, después que ella me dijera que aquella tarde se iba temprano a casa porque sentía el cuerpo apaleado debido a un inminente resfrío. Después, al ser descubierta, ensayó uno de sus consabidos ataques a modo de defensa: píldoras acerca de la confianza y la fidelidad. Siempre le habrá dado resultado.

Como un molde, los días subsiguientes a cada episodio, se mostraba absolutamente dócil, entregada, querendona. De hecho, no es habitual en ella. Parece que después de comprender la magnitud de su traición, inevitablemente se derrumba y va a parar primero al especialista, después al sanatorio. Cuando la visito en su retiro, siento pena e infinito amor por ella. La amo tanto que olvido todo y me dedico únicamente a consentirla y atenderla. Y por su mirada siento que ella también me ama. Me pide perdón mil veces, y cuando le pregunto por qué, me mira largamente, calla y rompe a llorar amargamente. Por eso ya no le pregunto. Sólo le digo, está bien, está bien. Y cambio de tema.

Su tratamiento dura un mes o más. Es un mes donde podemos sentirnos cercanos y unidos. Al término, sale radiante. Yo voy a recogerla a esa casa grande, aislada de la ciudad, adonde Lucero no quiere que su familia vaya. La mayoría de sus compañeras la despiden con mucho cariño. Tiene el don de hacerse querer. Es muy generosa y capaz de dejar de comer para que otro lo haga. Esa es una razón más para admiradla y quererla como el primer día. Pero, ¿qué tiene que pasar para que ella rompa esos códigos, su lealtad, y ponga en riesgo todo: nuestra relación, sus vínculos familiares y su salud emocional? ¿Alguien la manipula de una manera que ella no pueda resistir? ¿Alguien conoce sus debilidades más que ella misma? Y si no es así, ¿es ella quien busca la aventura de un instante de placer? ¿Es solo una aventura o es una forma de hartazgo? ¿Acaso la necesidad de anclarse en su pasado? ¿Es autodestrucción?."

He dejado de leer. La habitación es grande. Por aquí, como dije, la mesa con sus manuscritos. Unos cinco pasos más allá, junto a la ventana, el escritorio con un computador, libros apilados, otro cenicero vacío y una botella con agua. En la esquina de ese lado su cama, un velador con un par de libros y una lámpara azul. Alrededor, más anaqueles con libros, un par de pesas y una bicicleta estacionaria. En las paredes, dos cuadros, siete fotografías familiares -yo aparezco en cinco de ellas-, y dos grandes ventanas desde donde se puede oír el rumor del mar.

Me cuesta volver a enfocarme. Hay todavía más, pero tengo miedo. Me voy a saltear algunos párrafos, demasiado explícitos.

"La sospecha es un plato que quema aunque esté frío. Hace medio año yo confiaba en ella. Ahora no me reconozco. No la reconozco. Solo tengo una foto que no prueba nada, algunas conclusiones y que quizá no pasan de ser eso. La sospecha, sin embargo, es un aluvión. Nada lo contiene. No es racional. Son conjeturas. Pura intuición. La suma de ambas. Y concluye con un írrito concepto del amor."

Quince folios de puño y letra. Leer lo que no esperaba. Lo que no quiero seguir leyendo. Un amor malgastado que imaginé provechoso y hasta eterno, por más exagerada que sea la palabra. Porque Lucero me dio esa pista. Porque nos la dio a todos, hace mucho tiempo.

Quince folios puede ser demasiado o muy poco, según quien los lea. Descubrir el sufrimiento de tu mejor amigo condiciona la opinión y las fuerzas. Luego de una hora y media me niego a leer la última página. Ya no quiero más. No es necesario. Fechas, horas, trances, argucias, estratagemas, excusas, idas y retornos. Todo minuciosamente registrado. Ahora puedo entender. Me arrepiento de haber confrontado a mi amigo de la forma en que lo hice, lindante con la canallada.

Según esto, Lucero había logrado por mucho tiempo disfrazar de ficción la realidad, con una depurada técnica de negación y distorsión de la realidad. Me da pena por ella y, después de esto, estoy de acuerdo con Lorenzo. Reconozco que yo lo hubiera hecho peor. Admiro en él la sensatez y la ecuanimidad para tomar el camino más doloroso, sin atisbo de repudio ni revancha. Aunque Lucero es mi hermana, celebro la decisión de Lorenzo. Estaré del lado de ella, ahora que ya mi amigo no irá al sanatorio.

Voy a dejarle una nota breve. Me disculparé con él y le dejaré clara muestra de mi posición. Pero también que antes que amigo soy hermano, y debo cumplir mi deber. Lorenzo lo entenderá.

Algún día, si ambos nos lo permitimos, recuperaremos el puente que construimos cuando niños.



DE: "EL JUEGO DE LA VIDA" Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano




jueves, 15 de enero de 2015

LA FOTOGRAFÍA


Escribe: Rogger Alzamora Quijano


La fotografía viene del alma y hacia ella va. Hace su propio camino. Carece de sentido, si no revuelve el espíritu, si no punza el corazón. Una foto debe conmover, rebelar, enternecer, lastimar, repugnar, denunciar, transportar. Y en todos los casos invitar al silencio. Si no lo logra, debe ser borrada o quemada.

Una fotografía sirve como señuelo del pasado.

Al desgaire, sin entusiasmo u obligados por las circunstancias, los fotografiados se colocan ante la cámara. Unos posan con desfachatez, irreverencia, burla, otros con resignación, los más sonríen, gesticulan, celebran, ¡chisss! siempre feliz (aunque en realidad no lo sean ni lo estén).

Nadie sabe, se imagina ni sospecha, si esta fotografía será en el futuro desdeñada o cobrará vida propia. Quizá trascienda, o no. Tal vez vaya a parar al basurero, sea arrojada al fuego o borrada.

Puede que se la coloque ante una vela y una flor.
Puede que nos lleve hasta la nostalgia infinita.
Puede que nos inspire una oración.
Que se la guarde muy lejos de los demás y muy cerca de nosotros.

Una fotografía debe tener vida propia o muerte inmediata. Es la luz de la nostalgia, la nave del recuerdo, el espejo del pasado.