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viernes, 28 de junio de 2013

POZO DE LOS DESEOS



Que la memoria alumbre tu soledad.
Que siempre recuerdes a quien mejor te quiso.
Que comprendas que hay muchas formas de ser estar y existir.
Que sigas luchando por lo que has perdido.
Que puedas irte por la ventana si la puerta te fue negada.
Que sigas buscando la perfección aun sabiendo que no existe.
Que no te arrepientas, equivocarse es parte del acierto.
Que no desdeñes ni tus mínimos triunfos.
Que nadie te imponga sus principios.
Que no se borre tu alegría.
Que nada sobrepase tus sueños.
Que nunca seas lo que no quieres.
Que vivas sin miedo ni silencio.


DE: versos conversos Copyright © 2013 de Rogger Alzamora Quijano

jueves, 20 de junio de 2013

TAXI


Un frío súbito trepó hacia su garganta. Comenzó a temblar. Se incorporó mientras sus entrañas se le escapaban entre las manos. La gente lo siguió. Él pensó por un momento que tal vez estaba soñando, porque sólo en los sueños pueden las gentes verlo a uno caminar mientras se va muriendo.

- ¡Taxi!.. – gritó-. A un hospital, por favor.

El taxista lo miró. Iba a partir, cuando se dio cuenta de que manaba abundante sangre. Frenó en seco.

- Bájese- le dijo.

- Ya manché el auto – dijo él.

- ¡Bájese!

- Le daré mis zapatos, son nuevos y muy caros. Es lo único que tengo, todo lo demás me lo robaron- balbuceó.

- Démelos de una vez – lo apuró el taxista.



DE: EL JUEGO DE LA VIDA © 2012 Rogger Alzamora Quijano

NELSON, EL MARISCAL




Antes de salir, Nelson, El Mariscal, encargó al Doctor Miranda su atado con efectos personales y le pagó por adelantado. Su gabán negro se batía al viento. Nelson, El Mariscal, era alto, muy delgado, de larga cabellera y barba de año y medio. La claridad del día no le daba seguridad, pero esta vez no le importaría la impertinencia del sol.
- Nelsito, cariño -Betty, todavía estaba trabajando a esas horas.
- ¿No hay para el pan, preciosa?
- No he comido desde ayer ¿Adónde vas tan elegante?
- A casarme –dijo Nelson, El Mariscal, con voz solemne.
- Dijiste que te ibas a casar conmigo.
- Te prometo que le seré infiel. La engañaré contigo.
- Eres lindo. El más bello de mis amantes –Betty le sopló un beso desde su mano y le dedicó su mejor sonrisa.
Nelson, El Mariscal, le alcanzó un billete.
- Vete a casa.
Siguió su camino. Ningún rostro pacífico y ninguno confiable. La gente sana se extinguió el siglo pasado, pensó Nelson, El Mariscal. Llegó a la esquina de la iglesia y vio durmiendo sobre cartones a Felipe de Austria. Siguió caminando. Tomó la calle Normandía. Atravesó sin ascos los contenedores donde cada día se procuraba comida. No Nelson, hoy no. Hoy es un día de celebración.
- Nelson, El Mariscal, ¿qué te trae por Normandía? ¿Adónde vas?
Era Mosquito, el “dueño” de esa calle.
- A casarme.
- ¿No me invitas a la ceremonia?
- Cuida tu burdel y deja de joder.
Horas después, Nelson, El Mariscal, desembarcaba en la gran Avenida del Sur, su destino final. Casas hermosas, elegantes, costosas. Un enjambre de escolares salía del colegio. Chicos y chicas de uniforme gris, azul y blanco y corbatas rojas.
Nelson, El Mariscal, no evitó la colisión.
- ¡Mira, es Rasputín!!
Alguien tiró de su gabán. Una negra nube de buitres. Nelson, El Mariscal, siguió caminando. Le pareció que se le descoyuntaban los hombros, de tanto sopapo que le habían propinado.
Una voz de niña lo acusó ante su chofer:
- ¡Cuidado! ¡Es un loco peligroso!
El hombre, vestido de uniforme azul, lo ignoró. Nelson, El Mariscal le trató de decir que no, con la mirada. El bólido salió disparado. Los demás curiosos lo miraron entre asqueados y temerosos; siempre de lejos, guardando la prudente distancia que se debe guardar de los locos.
- Es guapo, -dijo una mujer a su amiga –un buen baño y me lo llevo.
La otra lo miró y sonrió.
Aunque burlón, el comentario era un gran regalo para ese día tan importante. Nelson, El Mariscal, encontró un parque verde y amplio, con unos pocos niños a quienes sus madres o nanas rescataron inmediatamente. Nelson, El Mariscal, los miró tratando de mostrarse amigable, pero sin conseguirlo.
Se sentó en una banca, destapó lentamente la botella, bebió tres grandes sorbos y se dispuso a esperar que lo envolvieran las definitivas sombras.

DE: EL JUEGO DE LA VIDA © 2013 Rogger Alzamora Quijano


miércoles, 19 de junio de 2013

SUEÑOS SON



despertar antes y dormir después de abrigarte
cerrar las puertas
apagar las luces
alistar el desayuno
las frutas
el café caricia
 
acompañarte
cruzar las calles
hacerte adiós
 
ver la nieve
y el olvido
la caliente comida
las nobles causas
los paisajes matutinos
los sueños sin tus brazos
la risa sin tus miedos
 
buscar colores para la morada
calentar proyectos imposibles
olvidar los pactos
abrazarnos con y sin abrigo
aferrarnos al sino esquivo
 
aunque después
la sentencia de Calderón de la Barca.



DE: versos conversos derechos Reservados Copyright © 2013 de Rogger Alzamora Quijano

lunes, 17 de junio de 2013

DISQUISICIONES



Me quiere cuando lame mis heridas, cubre ausencias, remienda desgarros.
No me quiere cuando insulta, tira mi nombre a la ciénaga y lo malversa.
Me quiere cuando abraza y mira, cuando ríe, corre en la arena y no desanima.
No me quiere con su precaria lealtad y sus infamias.
Me quiere con su canto al teléfono.
No me quiere cuando escapa.
 
Me quiere cuando comprende y escucha.
No me quiere cuando juzga y sentencia.
Me quiere cuando me mira y me tiene.
No me quiere cuando se autoexilia.
 
Me quiere.
No puede.
No sabe.

De: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2013 de Rogger Alzamora Quijano


domingo, 16 de junio de 2013

LA FELICIDAD NO ES REDONDA



- ¿Cómo es que nunca lo supe?

Mi amigo Fabián tragó saliva. Sus ojos intentaron escapar. Noté un leve temblor en sus manos, mientras trituraba las migas de pan en la terraza de aquél elegante lugar que casi planeaba sobre el mar.

Todo comenzó en mi auto. En la radio sonó la voz de Varela. Yo me puse a cantar. Fabián volteó hacia la ventana. Yo intuí que estaba recordando a aquella bellísima muchacha de ojos color tierra, el amor de su vida, a quien –según yo sabía- él había abandonado. Un poco de ironía me bastó para desatar en mi amigo la tormenta.
Interrumpió abruptamente su conversación, puedo asegurar que para encerrar su llanto.
Ya en la terraza, cafés de por medio, Fabián siguió taciturno, mirando el amplio mar de Lima. La vista era espléndida, pero yo no la podía gozar plenamente porque allí mismo, en el mismo cuadro, en el mismo paisaje, mi amigo se desangraba. Parecía buscar algo en la lejanía, en la profundidad de las grises aguas. Las migajas saltaban de sus dedos.

- Mil años. Han pasado mil años –dijo-. No es que me haya puesto a contarlos. Sólo que para mí el primer día, la primera noche de total desvelo y angustia fue como mil años de todas las muertes juntas. El tiempo que vino después sólo fue acumulándose sobre esos mil años.

- Lamento habértelo dicho. Hubiera preferido… habría sido mejor que te quedaras sin saberlo– dije yo, a modo de arrepentimiento por haber dejado suelta la lengua- Ya para qué.

- Pues sí, habría sido mejor. Ya me había acostumbrado a la historia oficial, la que se contó a los cuatro vientos y todos la dieron por cierta. Yo también. Acuñé esa mentira en mi cerebro. Me acostumbré a sentirme culpable. Me convencí de que la inmolación había sido la mejor decisión. Mejor que amar y sufrir, extrañar y añorar, soñar, y no poder tener ni tocar.

Fabián se quedó mirando el mar. Su inmensidad lo fue envolviendo. Yo quedé en silencio, viendo el inminente retorno de mi amigo desde el pasado.
Todos sabíamos de su sacrificio. Todos de su infinito dolor. Pero no todos sabíamos que aquella mujer los desairó. Era bellísima, pensé. Fabián lo sabía. Era bellísima, recordé. No han pasado mil años como él dice, pero sí varios. Cinco o seis. Suficientes para olvidar, para renunciar, para continuar.
Era bellísima, pero no logró ser preciosa, concluí. Mi percepción acerca de los hechos cambiará. Ella no había esperado a que Fabián terminará de irse, para traicionarlo. Era bellísima. Nunca se me habia dado por hacer un juicio sobre ella. Ahora una opinión cincelaba repetidamente. Ella sabía que era bellísima. Buscó y encontró el arrullo en otros territorios menos sinceros, menos profundos… pero inmediatos. Echó sus anclas y olvidó.

Fabián dejó de mirar el mar, para mirarse él.

- La felicidad no es redonda– dijo.



DE: EL JUEGO DE LA VIDA © 2013 Rogger Alzamora Quijano


martes, 4 de junio de 2013

NOCTILUCAS



Todavía vemos el brillo de las estrellas muertas.
Todavía algún verano trae sonrisas nostalgia.
O nace una rosa centella y su encanto opaca el sol.
 
 
Brillos reales o milagros tangibles.
El mar que lleva tormentas duele y castiga.
Es el mismo donde nadan los sueños,
duerme la ofrenda y el sacrificio,
refulge el honor de los anónimos.
 
Hay de todo en el mar sin calma.
Brillos de paz y de muerte. Noctilucas del desespero.
Viven y se apagan los cielos tormenta.
Reverberan y se calcinan. Noctilucas del desespero.
 
 
 
DE: BITÁCORA DE LA FELICIDAD Copyright © 2013 de Rogger Alzamora Quijano

domingo, 2 de junio de 2013

LAGO NEGRO




Por segunda vez estaba en ese pueblo, en la sierra del Perú, pequeño, hermoso, casi vacío de gentes pero lleno de cultura e historia. Una semana antes, mientras revisaba el periódico, mis ojos se detuvieron en una crónica acerca del mismo Lago Negro que allí conocí.

Entre el pueblo y la montaña hay apenas un par de kilómetros. Tal vez un poco más. La cuesta no es pronunciada. Saliendo por el lado oeste de la ciudad uno se topa con el Lago Negro, junto al camposanto. Es un lugar solitario, donde el aire frío sopla inclemente en toda época, según me dijeron. Un lugar donde ni en su cenit el sol logra calentar.

La crónica cuenta que una princesa y un modesto amauta caminaron hasta la cumbre de la montaña para aprovechar la que quizá sería la única oportunidad. Con la complicidad del sol, el viento, las montañas y los apus, decidieron unirse en unas nupcias originales y sinceras. Aquella brillante mañana, la princesa olvidó su solitaria vida -de rígida disciplina establecida por su padre, el severo curaca. Habló de sus sueños, tan modestos como los de una doncella: amar, tener hijos, ser feliz. Y se casaron solo para corroborar la supremacía del sentimiento, más que como un vano ritual. Algo muy suyo, algo que significaría la celebración de un amor único, total y definitivo. Hicieron sus alianzas con los ichus frescos de la puna y brindaron con agua de la lluvia empozada en la roca. Luego treparon hasta la luna mientras descubrían allá, sobre la línea del poniente, un futuro de preciosos colores y esperanzas. Se juraron fidelidad hasta la muerte.

Sin embargo, un día en que la espera infructuosa la aplastó hasta la soledad, la princesa aceptó un marido. Se casaron. Olvidó sus promesas, por la realidad y la cercanía.
Cuando se enteró, el amauta resistió inquebrantable el desaire.

Mucho tiempo después, la princesa y el amauta se encontraron junto al Lago Negro. Según el cronista, allí fueron vistos por última vez. Y mientras se miraban a los ojos, de pronto desaparecieron.

No se supo más de ellos. El escándalo cundió, como es de suponer en un pueblo pequeño. Y aunque el furioso marido de la princesa usó todo su poder, jamás logró hallar evidencias. Poco tiempo después moriría sin haber saciado su venganza.

Recoge el cronista que el Lago Negro se tragó a los amantes y de inmediato oscureció sus aguas transparentes, para que en sus profundidades pudieran los amantes cumplir su promesa sin obstáculos. No faltan los que aseguran que por las noches se escuchan risas y voces de niños, en constante celebración y boato.

El Lago Negro es el mundo de los amantes, que en vida no lograron realizar sus sueños.


DE: EL JUEGO DE LA VIDA © 2013 Rogger Alzamora Quijano