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miércoles, 2 de octubre de 2013

MELODRAMA



Marchaban los sindicatos ¿recuerdas Ariana?
El caos en las calles me detuvo mientras tú
en el restaurante te atascabas entre rabia e impaciencia.
¿Qué nubló tus cielos aquel día, para que la promisoria cita terminara en desdicha?
De pronto estábamos en constelaciones distintas,
navegando en una fatal premonición.
Canjeamos abrazo por besos en las mejillas.
 
No ha pasado poco tiempo Ariana.
Para mí cada día ha sido un paso al vacío.
Voy a beber agua dijiste por respuesta.
¿Un trago? Agua, sólo agua.
Yo, un café. El adiós cancerbero.
Seguí tratando de detener la avalancha.
Me miraste desde tu pedestal.
Marchaban los sindicatos ¿recuerdas Ariana?
 
Cuando aún no terminabas de sentenciarme yo ya volaba sobre tu soberbia.
Mi silencio fue cortesía para el mesero antes de proceder.
Tenías que haberme deslumbrado con tu mirada,
aplastarme con tu tacto azul y subrepticio.
Poner mi vida a tus pies.
Fuiste generosa conmigo. Yo tampoco escatimé nada.
Esa vida feliz la perdimos en dieciséis semanas.
Cada silencio, cada desaire, cada actitud fueron puñaladas de adiós y desatino.
Mientras callabas yo te miraba.
Pestañas largas como plumas de Bennu.
Boca cornalina que invita al asombro. Talle sabroso.
 
Qué tardes épicas en los campos de Toscana.
Qué disfrute absoluto de árboles y madrugadas.
Lloviznas de tu aliento azucarado.
Jubilosas alas de tu risa monarca.
Aquél verano inverosímil y propicio donde
ocultos tras una aldea costera descubrimos emoción y pasión.
El amor perfecto.
Aquél verano de cuerdas de arena, brisa cómplice, gente modesta,
la ensenada, los cormoranes, la luz diamante, el abrazo del trepidante sol.
 
Y en otro mundo el gélido invierno a orillas del río,
el aire que congeló los recuerdos y las mustias fotografías,
la arcilla donde sellamos nuestro futuro,
la desfachatez de los petirrojos fisgones.
Y en el otro mundo el infinito azul con los aviones
convulsiona moribunda la quimera, la felicidad y el caos.
El disfrute y el tedio, los extremos dialécticos de la vida.
Los arpegios de nuestra música andina, los colores de mis lienzos y arquetipos,
nuestra soberanía sobre la comarca inhóspita,
en los bucólicos pagos de nuestros abuelos.
¿Cómo ignorar las furias y enconos que como galgos iban tras la liebre del amor perfecto?
¿Cómo hacernos sordos ante la música que duele y seguirá doliendo?
Tal vez colocando un velo sobre los recuerdos y así cada día seguir oscureciendo nuestra ubérrima historia,
o no dejando que nadie que nadie más advierta la sombría huella de nuestro infortunio.
Veremos cómo se acaban los tiempos en la orilla del mar del ensueño, o en el lago negro al pie de la montaña,
viudos de tacto, vestidos de luto.
 
Ariana, señera luna en las praderas esta noche:
aquella vez y junto a las flamas en ristre de los insurrectos,
nuestro amor palidecía anémico, taciturno, desahuciado.
Sólo tuvimos que intercambiar ironías en el vasto patio del amor desquiciado.



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2013 Rogger Alzamora Quijano

1 comentario:

  1. Prosa y verso en este relato, interesante mezcla para un reclamo íntimo, que se grita para los adentros. Otra vez tu insistencia en el abandono, el tiempo y la memoria, cauces que sigues con variados matices. Felicidades poeta.

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