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miércoles, 27 de febrero de 2013

DÍA ONCE


No hay por qué odiarte.
Y menos yo, que he buscado soslayarte a costa de mi propio cuello.
Y cuando tratas de comprarme, sumiso me regalo a tu boca primavera.

No me importa recoger migajas, rendido o asalariado pero tuyo.
Y si en otra vida tengo el mismo destino he de rendirme otra vez,
así seas peor de lo que eres
y yo pueda ser peor de lo que soy.
 


DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2011 de Rogger Alzamora Quijano

A LA ESPERANZA


Respira y canta.
Donde todo se termina abre las alas.
Eres el sol,
el aguijón del alba…
(Blanca Varela)



El tiempo es horizontal.
Permite, induce, provoca, confronta.
Horizontal como la traza del rastro
que alarga la esperanza,
que marca los sueños o los extirpa.


El tiempo es horizontal como el cordel que atraviesa
los patios de la infancia,
como la desnudez y los frutos del sueño,
como los puentes del silencio,
los adioses de los amantes,
el brasero y el hielo.


De: versos conversos Derechos Reservados Copyright © de Rogger Alzamora Quijano

sábado, 16 de febrero de 2013

EL LIBRO DEL FUTURO



Si hay mil perdones que llaman abre y deja que entren.
Uno a uno.
No importa si con urgencia o desatino. Que pasen.
No será en vano.
Es la otra mitad de la historia.
Aunque dure como las efímeras y muera incluso antes de volar.
 
El resentimiento no paga, la oscuridad no mata.
Intenta. No temas.
Ni trigo ni agua. Ambos.
Ni arte ni artista. Ambos.



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2013 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 5 de febrero de 2013

COLORES EN LA MEMORIA


Te llegará una rosa cada día
que medie entre los dos una distancia
y será tu silente compañía
cuando a solas te duela la nostalgia.


Alberto Cortez - Te llegará una rosa

Hay un lugar en la imaginación
Donde el pasado se confunde con los sueños
Un ignoto lugar donde se multiplican
Campos camas y mesas Armonía
Se abren manojos truenan fogonazos
Vítores de asombro
 
Hay una luz en la imaginación
Blanca como Lirio Cala
Ilumina el abrazo doliente
La pálida sonrisa que no convence
El temblor de las manos
Actores y testigos
 
Hay una luz
Amarilla como la sombra del tigre
Gris como la melena de la distancia
Sinergía de cosmos viento y fuego
Amarillo vibrante de censuras
Sentencia alcohol y desdicha
 
Hay otra luz
Verde fulgor de te amos y ternuras
Elípticos rumbos de nuestros mundos
Verde de juramentos imprescriptibles
En la cima de la montaña
 
Además
Azul nocturno
Lecho tormento
Enigma del mar Azul pesadilla
Azul ahogo Azul oscuro velo y vuelo
 
Finalmente
Rojo sangriento
Almohada huella y ausencia
Huella de la ausencia
Ausencia de la huella



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2013 de Rogger Alzamora Quijano

lunes, 4 de febrero de 2013

VOLVAMOS A CONOCERNOS



La ventana estaba abierta hacia la gran ciudad. El sol brillaba como nunca y en la calle la gente se sofocaba. Alisa rezongaba en la cocina. Se la podía escuchar peleándose con los utensilios. Rodrigo sonrió. Le había ofrecido ayuda, pero ella lo había ignorado con un beso. Esta vez cocinaré yo, le dijo. Ya estoy avergonzada de conformarme viéndote preparar delicias. Hoy habrá comida quemada, exceso de sal y sabor ausente.
Desde que se conocieron, allá en su provincia cerca de Casagrande, Rodrigo de diez años y Alisa de nueve, asumieron la notoria cercanía como una costumbre, después que sus mamás acordaran que Rodrigo sería el paje de Alisa durante la Fiesta del Trono. Alisa era la Reina de la Provincia. La gente no se cansaría de elogiar y aplaudir la belleza de ambos durante los desfiles. Alisa tenía una mirada deslumbrante que nacía en el alma y se reflejaba en sus preciosos ojos café. Era tímida, de natural sonrisa, cabellos negros que resbalaban sobre su rostro brillante, perfecto, inocente. Rodrigo era un niño hermoso, de rostro amable, ojos grandes y negros. Parecía hijo del poderoso malik. Su acento berebere reforzaba esos rumores.
Esa tarde apenas bailaron una vez. Sus madres no pudieron impedir sin embargo, que se miraran. Tampoco que al final, ella cruzara todo el salón sólo para decirle sin atisbo de duda:
- Quiero ser tu novia.
Desde entonces y hasta finales de la secundaria fueron novios. Sin un beso, sin una palabra. Se temían y se pertenecían al mismo tiempo. Fueron tiempos de somera felicidad, hasta que un día Alisa vio a Rodrigo riendo animadamente con otra joven. Se sintió traicionada. Tenía catorce años cuando el mundo se derrumbó sobre ella. Poco después, Rodrigo se dio de bruces con Alisa besando a su mejor amigo. Rodrigo lloró ante la impotente condolencia de su madre. Ambos optaron por el despecho. No volvieron a dirigirse palabra.
Tiempo después Alisa se casó y tuvo un hijo con aquél muchacho. Rodrigo tuvo que casarse, quizá solo para tener un hijo también. Alisa se fue a vivir a Málaga con su nueva familia y Rodrigo, aunque se quedó en su patria, no quiso seguir en Sindibad para no atizar los recuerdos, y se mudó a Asilah.

En su lecho de muerte la madre de Rodrigo le confesó muchos años después lo que había escuchado y callado, sólo porque pensó que un amor de niños no tenía importancia. Le habló de la confabulación de mucha gente para destruir el amor entre él y Alisa. Padres e hijos habían confabulado en una trama maquiavélica, según la cual ambos niños estaban maldecidos por tanta hermosura. Y se encargaron de convencer a Alisa de que Rodrigo, con lo bello e inteligente que era, nunca dejaría de estar asediado. Que acabaría siendo un mujeriego incorregible.
Rodrigo escuchó perplejo a su moribunda madre enfatizar cómo en aquella ciudad se urdió una gran emboscada contra dos niños que apenas comenzaban a conocer los señuelos del amor. Nunca había podido olvidar a Alisa.
Su madre terminó la confesión con un meditado corolario que Rodrigo no habría de olvidar: “Eran la chica más hermosa y el muchacho más codiciado de la ciudad. La pareja perfecta. Tus amigos y compañeros te envidiaban porque todas las muchachas soñaban contigo. No soportaron que ellas te adoraran no solamente por tu belleza física, sino por tu inteligencia, caballerosidad, educación y sencillez. Y las muchachas se unieron a la trampa porque no te perdonaron que las ignoraras. Envidiaban a Alisa. Se sumaron a la conjura, tal vez pensando que al fin elegirías a alguna de ellas. Cuando -pese a la ruptura- tú no elegiste a ninguna de las intrigantes, fue aún más atroz la rabia de aquellas jóvenes mujeres."

Rodrigo escuchó que Alisa lo llamaba y tuvo que abandonar los recuerdos. Tenían alrededor de cincuenta y cinco años cada uno. Alisa seguía siendo hermosa y distinguida y Rodrigo aún se veía guapo y sencillo.

Antes de entrar en la cocina Rodrigo miró a su mujer desde el umbral de la puerta. Se acababan de casar después de dos años de su reencuentro en los pasillos de La Alcazaba. Se habían saludado, y después de dominar los nervios iniciales se miraron con azoro, sin nada que decir. Sin embargo, podían escuchar el golpeteo urgente de sus corazones solitarios.

Cuando ella le extendió la mano para despedirse -el grupo la estaba esperando-, Rodrigo la detuvo con una propuesta:

- Volvamos a conocernos.



DE: EL JUEGO DE LA VIDA Copyright © 2012 Rogger Alzamora Quijano