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lunes, 3 de diciembre de 2012

LITIGIO

Escribe: Rogger Alzamora Quijano


Tengo aquí los tres cuadernos. Trescientas hojas salpicadas de garabatos. Poemas, notas, letras de avezadas canciones, elucubraciones sobre la muerte, trazos, dibujos y frases. Dos de ellas llaman mi atención. La fecha: mayo del 2003. Aquél día nuestro subterráneo círculo de letras conmemoraba -obvia borrachera incluida- cuarenta años de la muerte de Javier Heraud, en un cuartucho del que emanaba el tosco vaho de un balde de guinda de Huaura, mezclada con ron Cartavio.
Habíamos terminado una canción para el poeta, de la que recuerdo apenas el estribillo:

A pesar de tu ternura,
de los bosques de poemas.
A pesar de tu ausencia
los tiempos son iguales
y la rabia es la misma.


Fueron seis estrofas mediocres. Habíamos discutido mucho antes de decidir que la melodía iba bien con una escala diatónica, lo que para una manada de borrachos fue una invitación al caos. Como dije, las letras eran prescindibles, pero la vibrante melodía fue una muestra de ingenio que jamás pudimos repetir. En realidad, tal proeza se la debemos a un muchacho de nombre Jotapé, músico autodidacta que llevaba escritas -me consta- los cuatro movimientos de una sinfonía con la que, sin duda, debió pasar a la historia: “Plaza de Armas de Cuzco, 1781”.

Ah, las dos frases. Volví por ellas.
Yo había sido testigo de todos sus versos, como Paco de los míos. Discutíamos febrilmente nuestros poemas, mientras echábamos humo de un mismo Premier-. Las risotadas y el cigarro nos secaban la boca, pero nunca nos faltaba trago, por muy veneno que fuese. Éramos, a la vez, buenos amigos y furibundos disidentes. Su poesía pesimista y mis cursis epigramas eran suficiente razón para ahogarnos en estériles discusiones. Su manía por acortar mis enjundias y mi obstinación por quitarle drama a sus versos eran preludios de inminente náusea.

- La buena noticia es que “esto” no lo leerá nadie -me provocaba-. Nunca harás el ridículo en público.

Era alto, moreno, mirada y sonrisa indescifrables, grandes manos e inmanente lucidez, irascible y rudo -perdía amigos y mujeres tan fácilmente como los hacía- introvertido, orgulloso y noble, mentiroso y afable. Fui su único amigo. Cuando salió de la cárcel yo fui a esperarlo. Cinco días en los apestosos sótanos del palacio de justicia a causa de una memorable golpiza a un agiotista, no hizo mella en la desfachatez de quien se sabe indemne al abuso. Apestaba a perro muerto. Me abrazó mientras pronunciaba la misma frase de César Moro, que llevaba tatuado en el pecho: Il es´t question de la victoire sur le temps.



El tercer y último cuaderno era también el más viejo. Allí encontré de puño y letra:

Hoy escuché Albinoni
y su adagio sonó más triste
que tu despedida.
Hoy sé, por fin,
que hay cosas más tristes
que tu ausencia.


Fechado 03 de diciembre de 1978.

En julio del 76, 15 años antes de conocernos, yo había escrito mi "Epigrama de invierno":

Hoy escuché Albinoni
y su adagio sonó más sordo
que el goteo de la lluvia
sobre los charcos.
Hoy sé, por fin,
que hay cosas peores
que tu ausencia.



Tarde para encontrar una explicación, Paco murió ayer.



DE: EL JUEGO DE LA VIDA Copyright © Rogger Alzamora Quijano

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