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domingo, 18 de septiembre de 2011

DÍA VEINTINUEVE


Tú y yo atravesamos montañas azules e ignotas.
Nos sentamos a la sombra de árboles eternos.
Corrimos con los siete perros tras el ganado.
Lloramos ante los huesos de los abuelos.
Tú y yo nos sentamos al sol, mirando
las lagartijas brincar de piedra en piedra.
Nos olvidamos del hambre y el abrigo.
Del temible futuro que nos separa.
Tú y yo inventamos el teorema de la esperanza.



DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2007 de Rogger Alzamora Quijano

sábado, 10 de septiembre de 2011

EL ENVIDIOSO ES ENEMIGO DEL AFORTUNADO


Escribe: Rogger Alzamora Quijano

Parafrasear a Epicteto, en su memorable frase acerca de la envidia, ciertamente nos da un magnífico impulso para reflexionar acerca de tan despreciable oficio –el de envidioso(a)- y su enfermiza práctica a cargo de cretinos (as) de baja estofa.
No existe un defecto tan miserable como la envidia, pues se acumula, crece y se esparce bajo las sombras, escondido, malévolo y cobarde. Siempre el envidioso señala a alguien como autor de la fuente. Nunca se inculpa y por lo general lanza su hediondez escudado en terceras personas.
La chismografía es, sin duda, caldo de cultivo para la envidia. Una junta de chismosos (as) es el conciliábulo ideal donde se pierde el tiempo y se ocultan las miserias de la propia vida; sirve para menoscabar a alguien a quien se lo admira en secreto.
No se siente envidia por alguien que no vale nada, sino por aquél que muestra ventaja intelectual o cultural, -patrimonio que no se puede comprar. Porque la envidia es la manifestación más clara de la pobreza cultural de un individuo.
La envidia es una pasión cobarde y vergonzosa que nace de la admiración por el enemigo. Y como no se es capaz de enfrentarlo directamente, se comienza en el chisme y se termina en la injuria, la diatriba y el desprestigio gratuito.

La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten…” decía Schopenhauer y ello debe finalmente explicar el origen de tal infamia: sólo un desdichado puede detenerse a observar la vida ajena mientras elucubra las peores bajezas, en lugar de preocuparse por construir una vida propia positiva y limpia.
Sólo queda sentir lástima por los envidiosos. La envidia acorta sus vidas y las empobrece.
En el submundo en que viven respiran hipocresía y traición.

Para cerrar, los versos de Goethe en su poema Käffer: “el eco de sus ladridos demuestra que cabalgamos