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sábado, 20 de marzo de 2010

KAIA



Escribe: Rogger Alzamora Quijano

Cuando Kaia llegó, la tarde empezaba a delatarse. Odiosas ambas.

El mar soportaba sobre su lomo el aplastante sol y el furioso viento caliente. Por la mañana nos había tocado Melissani donde ganamos tanto dinero para una semana, contándoles a unos turistas argentinos historias de ninfas y delfines de las cuevas de Kefalonia, todas de inverosímil azul turquesa. Algunos parecían creernos, otros claramente se divertían con nuestras contradicciones. Nunca se dieron cuenta de que, en realidad, apenas estábamos ensayando la estratagema para nuestros futuros servicios de free tour guide donde sobre el final apelábamos a la compasión. Funcionó. Las propinas fueron generosas. Ya no tendríamos que ir a Agios Gerasimos.

Debimos irnos a bucear. Eso hacíamos cada vez que ganábamos dinero extra. Pero nos quedamos aparcados en la curva, alborozados, riendo de cualquier cosa, con cerveza en mano, mientras comíamos dolmadakias. En un momento, el vasco Julen recordó que debíamos ensayar la historia de Aqueloo y Ligeia, que aparecían en las noches a venerar a la luna nueva. Había que unificar criterios. No siempre tendríamos un grupo de turistas tan flexibles como estos argentinos. Pero estábamos demasiado felices para ensayar nada. Debimos irnos de ahí.

- ¡Hey!

La voz de Kaia quebró el viento.

Sus magníficos dientes y su piel tostada estaban a diez pasos de nosotros. Bajó de la bicicleta. Caminó resoplando mientras no dejaba de mirarnos. Su gruesa cabellera revoloteaba sobre su rostro. Kaia se apresuraba por quitársela de encima.

- ¿Alguien aquí sabe qué significa ética?

Julen se congeló. Yo me atoré.

Nos arrancó las acreditaciones y se fue.



DE: EL JUEGO DE LA VIDA © Rogger Alzamora Quijano